Louise Glück se siente cómoda en los universos de las palabras austeras; términos con los que compone poemarios de surcos memorables, y a los que desnuda de ritmos innecesarios.
Desde sus inicios a finales de los años sesenta (con el libro Primogénito), la creadora neoyorquina se ha mostrado especialmente implicada con un estilo propio, aislado de las modas y las corrientes. Un método de enfrentarse a las láminas en blanco determinado por el desafío y el aprendizaje continuo, formado a partir de la soledad reinante en la que elabora sus textos; y el cual recuerda al utilizado por legendarias maestras rapsodas, como Emily Dickinson.
Aunque muchos lo intuían, pocos apostaban realmente por el hecho de que la Academia sueca decidiera finalmente otorgar el galardón de Literatura a las rimas ocultas y huidizas de Louise Glück, por encima de otros candidatos de largo recorrido en las quinielas, como el japonés Haruki Murakami.
No obstante, y a pesar de las posibles sorpresas al respecto, la decisión del jurado ha estado cimentada en la opinión de que la poeta estadounidense se ha destacado por encima de los demás “por su inequívoca voz poética que, con belleza austera, hace de la existencia individual algo universal“, según apunta la página web de los premios.
La intensidad emocional que desbordan los versos de la autora norteamericana dotan de una perspectiva polivalente a cada una de las experiencias que estos recogen. Un currículo de estrofas cambiantes e inspiradoras, en las que funciona la confrontación continua de pensamientos y acciones.
LOUISE GLÜCK Y SU POESÍA CONFESIONAL
Si hubiera que seleccionar un término con que enlazar los viajes literarios de Louise Glück, quizá este sería el de deseo. Semejante emoción adquiere un protagonismo diáfano a lo largo de las experiencias confesionales y observadoras, de esta admiradora declarada del psicoanálisis y de las asunciones en primera persona.
La necesidad de saltar de lo particular a lo colectivo, de lo individual a una globalidad teñida de singularidades, nutre el cuerpo de textos tan esenciales -dentro de la fisonomía artística de la neoyorquina- como El triunfo de Aquiles, Vita Nova o Averno. Un escaparate de inspiración biográfica, en el que la ganadora del Nobel desvela sus ideas, percepciones, ilusiones, nostalgias, y amarguras; a la vez de marcar su relación con la naturaleza, la mitología moderna/ clásica y la religión de trazos bíblicos y dogmáticos.
Milimétrico y austero, el lenguaje de Louise Glück es una de las armas más viscerales de su trabajo como poeta. Un signo de desnudez voluntaria, en el que pervive la necesidad de expresar y probar fórmulas nuevas y transformadoras.
De esta manera, cualquier intento de encontrar un denominador común -en su titánico sentido de la métrica y el ausente ritmo interno- resulta imposible, debido a la riqueza de recursos que presenta cada título de la autora neoyorquina.
Desafiante y en eterna progresión y aprendizaje, los volúmenes de la profesora del departamento de literatura inglesa en el Williams College, de la universidad privada de Williamstown, en Massachusetts, adquieren un componente de aventura existencial. Ingrediente que el jurado de los premios Nobel ha sabido valorar en su justa medida.
Nota: Pre-Textos es la editorial que ha traducido al español las obras de Louise Glück.
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