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Juan Goytisolo recibió el galardón sin desperdiciar la ocasión para criticar la situación política actual, y romper una lanza en favor de la esperanza en el cambio.
Al final, no se presentó en pantuflas.
La tela gris de su traje –nada de uniformes de pingüino que cubrieran sus octogenarias carnes- robaba reflejos solares a la ansiada medalla cervantina, que lucía en su pecho nómada el autoproclamado “aprendiz de escribidor”.
Así, sin protocolarios movimientos, ni miradas de superioridad en el semblante, Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) acudió hacia el mediodía al paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. Allí le esperaban el rey Felipe VI y su esposa doña Letizia, para hacerle entrega del galardón más importante de la lengua española: El Premio Cervantes.
Con el gesto imperturbable y cuatro folios en la mano, el autor de Señas de identidad tomó la palabra frente a un auditorio plagado de brillantes mentes y ágiles pensamientos. Y lo que salió de su garganta fue un discurso elocuente y crítico, ácido y mordaz: un relato sobre cavernas sociales y esperanzas literarias, al que Goytosolo había bautizado con el lema de A la llama y sin rodeos.
“En términos generales, los escritores se dividen en dos esferas o clases: la de quienes conciben su tarea como carrera y la de quienes la viven como una adicción”. Esta es la frase inaugural con la que el hermano de Agustín y Luis comenzó su alocución, tras la cual quedaría oficialmente nombrado como el sucesor de la ganadora en 2013: Elena Poniatowska.
JUAN GOYTISOLO NO SE ESCONDE
Fiel a su espíritu combativo, el nuevo Premio Cervantes recibió la noticia de la concesión el pasado mes de noviembre; y la aceptó sin morderse la lengua, con la singularidad que caracteriza a este hombre con el sentido dividido entre España y Marruecos.
Residente en Marrakech desde el fallecimiento de su esposa, Goytisolo nunca ha sido un individuo especialmente ansioso de galardones institucionales. Actitud defensiva que explotó cuando le fue concedido El Premio Nacional de Las Letras, en 2008.
Sin embargo, dentro de la coherencia activa del creador barcelonés, las ocasiones en las que su nombre ha sido distinguido para acaparar mediáticas distinciones le han servido como altavoz para proclamar su disgusto con respecto a la situación política y social que se vive tanto en España como en Marruecos.
Una energía de crítica humana que el responsable de Campos de Níjar ha esparcido durante estos días en periódicos, revistas y televisiones. Campaña que ha dejado declaraciones tan interesantes como la de su confianza en algunas formaciones de nuevo cuño, como Podemos; o como la de su repulsa sin paliativos sobre la terrorífica situación que se vive en el Mediterráneo (la ceremonia de entrega coincidió tristemente con la muerte por ahogamiento de varios cientos de inmigrantes africanos, frente a las costas de Italia).
En los mencionados márgenes de la denuncia efectiva es en los que Juan Goytisolo comprende la dignidad de los intelectuales de verdad: nunca ajenos a los sufrimientos de sus congéneres, y siempre prestos a servir con sus plumas a la construcción de un paisaje más solidario.
Literato en sus inicios y aprendiz de escribidor después (según el hilo de su discurso), el Cervantes de 2014 destacó la inmortalidad de obras como La regenta y el mismo Don Quijote para dignificar su vocación profesional. Dos ejemplos en los que las rencillas abiertas contra la sinrazón arman barricadas de diálogos imperecederos.
Duelos de tinta y papel que están muy en consonancia con el ánima de los párrafos moldeados por el escritor barcelonés; con los que ha elaborado un edificio literario, donde los seres golpeados por la angustia vital gozan de alquiler sin fecha de caducidad. Cantos de rabia y comprensión que han formado el vasto currículo de este artista nómada, alumbrado en la España de las fotografías en blanco y negro.
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