Ewan McGregor regresa a los cuentos que el actor británico degustó a lo largo de su infancia: cosmos fantástico de noches entusiastas, donde Winnie the Pooh goza de especial categoría.
Entre los animales con percha de estrellas del firmamento cinematográfico y televisivo, este osito de rostro amable es quizá uno de los divos más recordados y seguidos por los aficionados a las películas de animación.
Su oronda barriga, su ingenuidad plagada de sorprendentes ocurrencias, su glotonería innata y su capacidad para meterse en los líos más diversos han hecho de él una de las figuras de papel y color con mayor poder de implantación en la imaginería de grandes y pequeños.
El narrador Alan Alexander Milne (A. A. Milne) ideó el primer volumen de las gestas del simpático personaje en 1926; y, desde entonces, la fama de este degustador de mieles irresistibles no ha hecho más crecer; potenciada también por las cintas que Walt Disney ha elaborado a partir de los relatos del creador británico, y que comenzaron su recorrido en las salas hace cincuenta y un años (Winnie the Pooh y el árbol de la miel fue la que inauguró la triunfal franquicia, en 1966).
Y así hasta nuestros días. ¿Quién no tiene sobre la cama o en la estantería un peluche de este querido bear con alma de muñeco anhelado?
Probablemente, el cineasta alemán Marc Forster sea uno de los que todavía conserva el citado juguete. Aunque, independientemente de las connotaciones nostálgicas, lo que sí ha hecho el director de Descubriendo Nunca Jamás ha sido imaginar cómo sería universo del colega de Winnie en su etapa adulta. Una traslación temporal que el germano está rodando durante estos meses en escenarios de Gran Bretaña, bajo el título de la movie Christopher Robin.
Con el apoyo de Disney y del guion diseñado con precisión y fantasía por Alex Ross Percy, Tom McCarthy y Allison Schroeder, el responsable de Guerra Mundial Z monta una historia de tintes existencialistas.
Un relato lleno de situaciones emotivas, en el que Ewan McGregor ejerce como el principal intérprete, en la piel del taimado y soñador Christopher Robin.
EWAN McGREGOR SE RESISTE A PERDER LA ILUSIÓN
Según la biografía oficial de Alan Alexander Milne, la inspiración para crear al amigo humano de Winnie the Pooh se la proporcionó su propio hijo, llamado Christopher Robin Milne.
De esta manera, con los mimbres consanguíneos e idealizados de su pariente, el writer isleño describió un personaje lleno de puntos emotivos y sensibles, que captó la atención de los lectores debido sobre todo a la entrega absoluta hacia sus colegas animales.
Esas características esenciales las ha querido preservar Forster a la hora de acercarse a la figura crecida de Christopher, definido en el filme como un individuo que no se adapta totalmente a la pragmática realidad de los adultos, y que por ello recurre nuevamente a sus queridos compañeros infantiles de juegos.
Esta sensación de “paren el mundo, que me bajo” da alas a un libreto que intenta recoger el espíritu que Milne imprimió en cada uno de los títulos de la saga de Winnie the Pooh.
Un esfuerzo de traslación por medio de la fantasía que también ha trabajado recientemente el cineasta Simon Curtis, en la cinta Hasta pronto, Christopher Robin.
Sin embargo, Forster -en contraposición a la obra de Curtis– cuenta para su propuesta con el paraguas nada baladí de Disney y sus dibujos mundialmente aclamados; aparte de haber congregado en el set de rodaje un cuadro dramático que -además de McGregor– reúne en los créditos a Hayley Atwell, Marc Gatiss, Roger Ashton-Griffiths y a Jim Cummings (la voz más relacionada con Winnie the Pooh de cuantas existen en la actualidad).
Nota.- Christopher Robin llegará a las salas de proyección el 3 de agosto de 2018.