Edward Norton es ante todo un actor de carácter.
La carrera de este bostoniano está plagada de interpretaciones al límite, normalmente alimentadas con el toque especial de los comportamientos extremos. Una cualidad que ha otorgado a EN legiones de admiradores y comentarios elogiosos por parte de la crítica, pero que también -sobre todo, debido a su obsesiva búsqueda del perfeccionismo escénico en cada papel que cae en sus manos- le ha ocasionado la fama de ser un tipo difícil a la hora de someter su punto de vista a las reglas impuestas por directores, productores, guionistas y compañeros de decorado.
No obstante, y con independencia de apreciaciones relativas al comportamiento del actor aireadas por algunos medios de comunicación, lo que no se puede negar es que el protagonista de El club de la lucha es una estrella con talento suficiente para embarcarse en empresas de todo tipo.
Quizá, la citada dificultad para ser fácil de manejar por parte de personas ajenas a su manera de pensar ha llevado a Norton a afrontar su segunda aventura como director, después de su experiencia con la comedia Más que amigos.
En esta ocasión, el famoso intérprete de El velo pintado ha escogido una crónica detectivesca, que lleva por título Motherless Brooklyn; y cuyo guion está basado en la homónima novela de Jonathan Lethem.
Nueva York, tal cual estaba en la década de los años cincuenta, es el escenario principal en el que transcurre esta historia; con la que EN intenta transmitir una atmósfera de clasicismo noir, aunque enmascarada tras un tono pretendidamente desdramatizador.
EDWARD NORTON, TRAS LA PISTA DE UN CRIMEN
Un detective aquejado del síndrome de Tourette (enfermedad neurológica, caracterizada por tics involuntarios a la hora de gesticular y de hablar) es el héroe del activo argumento de Motherless Brooklyn: una trama cargada de referencias veladas tomadas de algunos de los thrillers más afamados en la historia del séptimo arte.
Edward Norton adopta la personalidad complicada y peculiar del citado investigador, que responde al nombre de Lionel Essrog. Y lo hace con un planteamiento eminentemente humano y comprensivo, para hacer creíble la rutina de este individuo que se gana la vida resolviendo asuntos de poca monta.
Sin embargo, la situación del protagonista cambia, cuando Essrog tiene que encargarse de la resolución del asesinato de un amigo suyo, el cual se hallaba envuelto en temas un tanto turbios.
Autor también del guion, el actor de Las dos caras de la verdad ha desplegado las lecciones aprendidas al calor de los maestros de la dirección con los que ha trabajado, para elaborar una atmósfera de suspense que sea capaz de captar la atención de los espectadores a lo largo del metraje del filme.
Un aprendizaje privilegiado que el actor estadounidense ha hecho efectivo a la hora de planificar la cuidada ambientación, y que se deja notar igualmente en la manera en la que ha movido a su nutrido plantel de intérpretes.
Elenco dramático en el que destaca la presencia de Bruce Willis, Leslie Mann, Bobby Cannavale, Willem Dafoe y Alec Baldwin, entre otros.