Brad Pitt y Michael Fassbender unen su talento para luchar contra la esclavitud
Solomon Northup vino al mundo como hombre libre. Cuando su madre alumbró al pequeño en 1808, en Rhode Island (Nueva York), Estados Unidos era un conglomerado de pequeños reinos de taifas; en los que las leyes se aplicaban de manera aislada, dictadas por dos zonas antagónicas en costumbres e influencia: el Norte y el Sur. Como un cuerpo humano en el que el sistema nervioso mandara impulsos de comunicación extraviada, Washington intentaba activar una apariencia de centro neurálgico nacional, disfraz poco explícito para un territorio cuya independencia no había soplado ni cien velas en la tarta de las barras y estrellas. Dentro de ese hábitat -sobre todo para los ciudadanos de piel oscura- era muy determinante nacer en los estados de un lado u otro del mapa. Y esa diferencia portaba un nombre: la esclavitud. Northup tuvo la suerte de dar sus primeros llantos en una ciudad de la parte en la que no era legal traficar con seres humanos. Sin embargo, la fatalidad hizo que las normas se invirtieran para este músico amateur.
Solomon contaba treinta y dos primaveras cuando fue secuestrado y vendido como una mercancía en un local capitalino; un hecho que marcó su existencia de manera trágica. Muchas generaciones han tenido que sembrar el campo de los sueños malgastados para que el director británico Steve McQueen (Shame) hiciera suyos tales acontecimientos históricos; y lo ha materializado acompañado por el prolífico guionista John Ridley y los ecos de sus lecturas compartidas, en pos de la dignidad de sus congéneres. Con todo ello, el equipo ha compuesto Twelve Years A Slave: un filme sobre el ansia de supervivencia; la resistencia contra las injusticias; y la fortaleza que reside en cada uno de los terrícolas, cuando la vida se pone muy cuesta arriba.
La acción comienza en 1841, momento en que el Sr. Northup se halla en la urbe del Capitolio; intentando sacar algo de dinero con el que alimentar a su esposa y tres hijos. La habilidad artística del protagonista consiste en tocar el violín con cierta gracia; algo que parece llamar la atención de dos misteriosos tipos, quienes convencen al nacido en Rhode Island para que les acompañe a un hotel, con el fin de firmar un contrato para trabajar en un circo. Una vez allí, los extraños drogan a Solomon y venden sus servicios como esclavo al dueño de una plantación en Louisiana.
Sin poder evitar el hecho, SN es trasladado -encadenado y sin posibilidad de resistencia- hasta su destino en el sur; mientras su pareja (Anne Hampton) y sus descendientes desconocen su paradero. En el lugar de trabajo, el personaje principal de la obra de McQueen tiene que realizar labores extenuantes como recolector de algodón; al tiempo que van transcurriendo las estaciones y su situación se va volviendo interminable. De una mansión a otra, Northup debe soportar latigazos y castigos como si fuera un animal de carga, un ser al que sus supuestos dueños concebían como carne de cementerio en cuanto le fallaran las fuerzas (incluso uno de sus patronos está a punto de acabar con su existencia ayudado de un hacha afilada).
Cuando la esperanza de salvación ya es una simple sombra perdida en el horizonte de la imposibilidad, Solomon conoce a un carpintero canadiense (llamado Samuel Bass) al que le narra su relato. El hombre, aunque de raza blanca, comprende los padecimientos del esclavo, y decide echarle una mano. A pesar de arriesgar su propia integridad física, Bass manda una carta a la mujer del protagonista para que conociera su situación. Y, nada más recibir la espeluznante epístola, Anne comienza a solicitar el amparo de las autoridades (entre las que destacó la comunicación con el entonces gobernador de Nueva York, William H. Seward) para conseguir la liberación de su amado cónyuge.
Así, al final, en 1853, el héroe anónimo con epidermis de ébano logró viajar a su hogar, esta vez como hombre libre. Aunque solamente dos lustros después, en 1863, el esclavo alumbrado en el norte falleció; no sin antes escribir con David Wilson su propio testimonio, bautizado como Twelve Years A Slave.
Desde su publicación, el texto se convirtió en un documento real y estremecedor de la crueldad de la que eran capaces los esclavistas, y comandó las listas de ventas sobre el tema con el conocido best seller La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher Stowe.
Más de un siglo de calendarios enmohecidos median entre la experiencia de Northup y la película de McQueen; pero la intensidad de las situaciones descritas en sus páginas no han acusado fechas de caducidad, ni nada por el estilo. Es esa virtud a favor de la emoción humana lo que ha llamado la atención al cineasta de Hunger; elemento que sin duda habrá esgrimido el realizador para convencer al competente reparto, con el que se dispone a grabar el londinense (elenco del que han trascendido los nombres de Chiwetel Ejiofor, en la piel de Solomon, Michael Fassbender y Brad Pitt).