0
0
El mexicano Alejandro González Iñárritu finaliza el rodaje de Birdman, una obra que se aleja del tremendismo de sus trabajos anteriores.
Detrás de una máscara de plástico duro, cualquier gato es pardo, blanco o malva. Por eso, los actores que han cimentado su gloria bajo los dictados de un disfraz (ya sea de superhéroe o de antagonista) corren el riesgo del olvido, que se hace más patente cuando las audiencias abandonan al personaje silenciado por el látex. Y para muestra, un botón: ¿qué ha sido de Leatherface, Jason Vorhees o Michael Myers en el momento en que se dejaron de producir entregas de La matanza de Texas, Viernes 13 y La noche de Halloween?
Tales seres sin rostro han sido víctimas visibles la injusticia del encasillamiento, muy habitual en el Hollywood del éxito a toda costa. Una angustia muy parecida a la que experimenta el tipo con plumas de pega de Birdman, la tragicomedia del mexicano Alejandro González Iñárritu que en estos momentos se encuentra en la sala de montaje.
El recuperado Michael Keaton (intérprete que sabe muy bien cómo se siente un profesional de la escena cuando su labor queda oculta bajo añadidos ajenos a su rostro, como comprobó con Batman y Bitelchus) encabeza el elenco artístico de la esperada nueva película del creador de Biutiful, la cual cobra verosimilitud por la palpable realidad que trata, y en la que el responsable de Amores perros se da el gusto de narrar una historia mucho menos traumática que las de los largos anteriores que conforman su amargo currículo.
BIRDMAN EXHIBE EL SENTIDO IRÓNICO DE LA FAMA
Junto a sus colaboradores Nicolás Giacobone, Alexander Dineralis y Armando Bo, el cineasta de Babel mete su cámara enloquecida por los entramados de Broadway, todo para seguir el deambular de un actor de los de suerte machacada, un profesional de los escenarios que alcanzó el triunfo warholiano como hombre alado, y al que la vida le ha pasado la factura del cansancio activo.
Riggan Thompson no ha podido sobrevivir a Birdman, o eso es lo que piensan los que se encargan de determinar quién merece trabajar y quién no, en el circuito artístico neoyorquino que planea por el guion.
Por el camino transitado, el héroe con plumas se había dejado a su familia, su autoestima e incluso su salud. Pero, cuando ya pensaba en la defunción laboral, un mínimo atisbo de luz entra en el horizonte del alter ego de Birdman; y esa claridad se identifica con el montaje de una obra teatral destinada a exhibir sus virtudes sin máscaras, simplemente con su físico y un texto al que dotar de emoción.
Inspirada al parecer en la recopilación de relatos What We Talk About When We Talk About Love, de Raymond Carver, Iñárritu sigue fiel al espíritu coral de cada una de sus obras, incluso a pesar de que el libreto destaque a un guía capaz de unir todo el mensaje del largometraje. Ya lo hizo en Biutiful, y vuelve a conseguirlo en Birdman. Una cinta en la que, junto a Keaton, también descarga sus sentimientos terrenales y humanos un grupo de estrellas en el que destacan los nombres de Emma Stone (Criadas y señoras), Edward Norton (El gran hotel Budapest), Naomi Watts (quien ya trabajó con el director en 21 gramos), Zach Galifianakis (Resacón en Las Vegas) y Amy Ryan (The Office).
El resto de los ingredientes los ponen la avenida de Broadway y la contundencia del realizador centroamericano para retratar la asfixia de los ciudadanos cuando la sociedad no les permite recuperar las riendas de su propia existencia, cuando los que tienen el poder decisorio simplemente se niegan a ayudarles a salir del hoyo.
Un asunto que lamentablemente ocurre en cualquier lugar del mundo y en cualquier nación, ya sea en Estados Unidos, España, Gran Bretaña, Francia, Alemania o en Japón.
Más información en http://www.imdb.com
