Bill Skarsgård y Brandon Lee
El protagonista escandinavo de "It" recoge el legado del recordado Brandon Lee, como "El cuervo" del siglo XXI. El hijo del también actor Stellan Skarsgård (Piratas del Caribe) se mete en el cuerpo sobrenatural del músico Eric Raven, en una película que adapta la exitosa novela gráfica de James O'Barr, y que dirige el londinense Rupert Sanders (Fundación).
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Bill Skarsgård ha sabido cómo sacar partido a su envergadura de 1,92 y a su mirada misteriosa e inquietante. El vástago del también actor Stellan Skarsgård sigue así los pasos de una saga familiar encabezada por su camaleónico padre y su atlético hermano mayor, Alexander Skarsgård; a los que el cine estadounidense les ha dado la oportunidad de desarrollar sus respectivos talentos dramáticos.
Bill ha encontrado su sitio en la piel de personajes habitualmente tocados por un halo de tenebrosidad palpitante, destinados a exhibir sus heridas en forma de acciones muchas veces violentas, y abocados a la autodestrucción inmediata. Lejos del ente sobrenatural conocido como Pennywise (el payaso asesino y recolector de almas de It), el personaje principal de The Crow es el de un hombre sumido en la búsqueda de una venganza comprensible y alienante, asfixiado por una realidad que le ha condenado a una muerte prematura e insoportable.
El cineasta británico Rupert Sanders es el responsable más destacado de este reboot de la cinta elaborada con eficacia y brillantez, en 1994, por el director egipcio Alex Proyas; y que pasó a los anales de la historia del séptimo arte por el trágico fallecimiento de su estrella protagonista: el recordado Brandon Lee, quien perdió la vida mientras rodaba una secuencia en la que recibió por error el impacto fatídico de una bala.
Tal tragedia ha frustrado los constantes intentos de volver a traducir a imágenes en movimiento la célebre novela gráfica de James O’Barr. Unos fracasos que han dejado por el camino las candidaturas para encarnar al escurridizo Eric Craven de actores tan fogueados como Bradley Cooper, Luke Evans, Jason Momoa, Ryan Gosling, Channing Tatum y James McAvoy, entre otros.
Una vorágine de descartes que finalmente ha quedado resuelta con la elección del nórdico Bill Skarsgård: un intérprete que no guarda parecido físico con el icónico Brandon Lee, pero sí comparte con él la habilidad para virar en un mismo plano de la calma al llanto, de la neurosis a la cordialidad, del romanticismo poético a la destrucción salvaje propiciada por la explosión descontrolada de cientos de armas de fuego.
BILL SKARSGåRD SE PONE EL MAQUILLAJE TEMERARIO Y RITUAL DE ERIC RAVEN
Zach Baylin, Kevin Cornish y Cliff Dorfman han confeccionado un guion que pretende seguir con imaginación y cierta libertad situacional la novela gráfica del autor estadounidense James O’Barr, quien imprimió a sus viñetas el aroma crepuscular y etéreo de los relatos de Edgar Allan Poe. Una cualidad descriptiva que Alex Proyas potenció artísticamente en la adaptación de 1994, con la convincente caracterización de Brandon Lee, como el resucitado músico nominado Eric Raven.
Rupert Sanders planea retomar parecidas atmósferas fantasmales a las proyectadas en el trabajo de Proyas y Lee, con una admiración declarada hacia esa legendaria película de estos; sentimiento bajo el que intenta incorporar su propia visión de los apocalípticos escenarios en los que transcurre la trama: una urbe asediada por la lluvia homicida, y en eterno compadreo con los fondos tenebrosos de una especie de barroquismo psicodélico.
Pero Sanders no ha tenido únicamente la novela original de O’Barr y la película de Proyas como pilares sobre los que levantar su nueva perspectiva para acercarse a las pesadillas infernales que narra The Crow; ya que también existe una serie de televisión basada en la venganza sangrienta comandada por Eric Raven, titulada The Crow: Stairway to Heaven. Esta producción para la pequeña pantalla constó de veintidós capítulos, grabados entre 1998 y 1999; y tuvo al activo Mark Dacascos (El pacto de los lobos) como protagonista.
Bill Skarsgård ya pasea por los tejados y cristaleras de los platós y localizaciones erigidos en Praga (República Checa) y Múnich (Alemania), para recuperar el pulso del triste relato del músico asesinado cruelmente -junto a su novia- por una banda de maleantes, en una ciudad sumida en el caos y la criminalidad.
Dentro de este hábitat malsano, el hijo de Stellan seguirá los pasos de una dolorosa danza macabra, en la que atronará nuevamente la guitarra castigadora del trovador alimentado por la tierra húmeda del camposanto, quien enmascara su rostro bajo un maquillaje espectral y genuino…
