0
0
Beyoncé Knowles triunfa en su apuesta por cambiar las reglas del mercado. La cantante texana evita los lanzamientos multitudinarios, y cuela su sexto trabajo de estudio (Lemonade) sin previo aviso mediático. Un acto de rebeldía que no ha impedido a la diva situar su obra en el primer puesto de descargas en Tidal, iTunes y Amazon. Y eso que el álbum al completo, más la película de HBO sobre el mismo, cuesta la nada despreciable cantidad de 17,99 euros.
Hay veces en que la importancia de un disco no discurre al compás de la calidad de la música que éste despliega, sino que corre pareja al discurso subliminal que vierte el/la artista que lo moldea. Una alternativa que tiene recia presencia en cada uno de los doce cortes que componen Lemonade.
A tenor de los miles de comentarios que han circulado por las redes estos días, la escultural gachí de Dreamgirls ha querido denunciar a los cuatro vientos la supuesta infidelidad de su churri Jay-Z, y lo ha hecho en formato de trovas inspiradas en el dolor del engaño.
Aunque lo que queda de ese acceso de rabia es un producto extraño y cuestionable, en el que la acumulación de letras alentadoras -a medias entre la depresión y la esperanza en los finales felices- no sirve para elevar un denominador común de épicas contagiosas y reconocibles.
Entre los temas que conforman este cancionero de aguerridos trinos, es posible atisbar declaraciones más o menos precisas respecto a los motivos del malestar de la ex de Destiny’s Child: delaciones siempre apoyadas por la perfección técnica que suelen ofrecer los trabajos de la estadounidense. Pero en el camino se ha dejado algo de la profundidad r&b y discotequera de antaño, para contentar al personal con una tibieza creativa que difumina los resultados de su carta sinfónica.
BEYONCÉ NUNCA NAUFRAGA
El velado homenaje a su abuela natural (Agnéz Deréon) y a su abuela política (Hattie White) que marca el título del disco es una asunción del estado de ánimo reivindicativo, con el que B quiere que sus seguidores entiendan este misterioso y visceral trabajo. Un producto que desnuda la vulnerabilidad de la autora solo hasta límites controlables por la estrella de Single Ladies, y que adquiere significado a través del pulso activo de compañeros de viaje tan estimables como James Blake, Kendrick Lamar, Kevin Garrett, Diplo o Jack White.
Al lado de tipos con tantas tablas es difícil que las estrofas sean de baja calidad, y de esto se beneficia el conjunto de limonadas que cocina en su turmix la diva texana. Un puñado de confesiones sazonadas con el perejil de los anhelos (Pray You Catch Me), algo de melaza en formato de consejo (Hold Up), unas hebras de virtuosismo guitarrero a lo Jack White (Don’t Hurt Yourself), un par de tropezones de feminismo callejero (6 Inch), seis cucharadas de azúcares visionarias (Forward) y un baño de crema libertaria (Freedom) son los ingredientes básicos para este guiso de emociones al raso.
Dentro del papel de controvertida anfitriona en esta ceremonia de interiorismo lírico, Beyoncé disfraza su garganta con las máscaras híbridas del r&b de talante individualista; el pop de corsé, bridas y bocado; y el blues de tristezas medioambientales. Movimientos ejecutados con el máximo control, a través de los que la treintañera nacida en Houston consigue arrancar las ovaciones de sus incondicionales, y de paso interesar a los que no gustan habitualmente de las modas mainstream.
Lemonade se erige de esta manera como una obra sin ánimo de aglomerar bailes en la pista, aunque su sentido entra más en el terreno de la evolución psicoanalítica.
Así es como se percibe el retrato actual de esta ambiciosa mujer, a la que le encanta inventarse con cada estación profesional que recorre. Justo como suelen hacer las star, que no necesitan de la gravedad terrestre para testar su estado de popularidad.
Avance oficial de Lemonade, por Beyoncé y HBO
Más información en
