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Annabelle entró de puntillas en la galería de los terrores recientes, como una ilustre secundaria en el filme Expediente Warren (James Wan, 2013).
Sin embargo, sus ojos electrizantes y su sonrisa diabólica la hicieron merecedora de su propia serie de películas, que inició con la prometedora Annabelle (John R. Leonetti, 2014). Un eficaz guion, elaborado a base de influencias directas de otros títulos con más solera entre los aficionados al género (de La profecía y El exorcista, a El muñeco diabólico y Magic), fue suficiente para llenar las salas de exhibición de espectadores atemorizados por las aventuras de esta extraña muñeca. Éxito que también fue catapultado al triunfo taquillero, por la imaginativa campaña de publicidad que acompañó al estreno de la cinta.
Mucho menos sorprendente en números e impacto social fue la segunda entrega, titulada Annabelle: Creation (David F. Sandberg, 2017). El intento de escenificar el pasado de este infernal juguete no salió como preveían sus creadores, y el argumento cayó en una sucesión de sustos previsibles y poco estimulantes. Unos resultados de indefinición narrativa, que potenció el rocambolesco y escasamente inspirado final.
Después de sacudirse el episodio segundo de encima, Annabelle regresa a las pantallas de la mano de Gary Dauberman (guionista original de la saga): un experto en cine de miedo, que debuta en la dirección de largometrajes con este trabajo; y con el que espera recuperar el pulso de la queca de porcelana, para poner los pelos de punta hasta a Donald Trump (bueno, en su caso sería el flequillo).
Por todo lo explicado, es comprensible que la trama de Annabelle vuelve a casa (Annabelle Comes Home) tenga lugar en el hogar del matrimonio Warren (los expertos en parapsicología, que iniciaron el ciclo fílmico del satánico juguete), donde los seguidores de la franquicia podrán comprobar una vez más de lo que es capaz la silente protagonista.
ANNABELLE SE REFUGIA EN LOS TEMORES INFANTILES
Los muñecos siempre han gozado de un papel especial en el género del horror. Ya sea por su naturaleza de autómatas en pequeño, o por sus gestos inamovibles; estos objetos de supuesto disfrute lúdico han obsesionado a los escritores góticos y a los directores, nutridos por las ansias de rescatar la parte más espeluznante de las pesadillas que sufren los más pequeños de la casa.
A medias con los payasos, las dolls han dado para miles de rollos de películas, normalmente asociadas con maldiciones provenientes del pasado, o con prácticas espirituales tan singulares como la del vudú. James Wan (coautor del guion de Annabelle vuelve a casa, junto a Gary Dauberman) ha echado mano de muchas de las tradiciones y elementos esotéricos desplegados con anterioridad en los libros y las películas, y ha confabulado con ellos el cuerpo de su fetiche tenebroso, conocido por el dulce nombre que porta.
Esto ha facilitado a los responsables de Annabelle Comes Home la tarea de mantener la tensión a lo largo del metraje, sin necesidad de mostrar los movimientos continuos e improbables de la pariente de Barbie, o de acompañar sus miradas desquiciantes con lenguaje alguno.
En equilibrio de poderío popular con Chucky, Annabelle surte mayor o menor efecto en función de la atmósfera que el elenco interpretativo es capaz de desarrollar. Quizá, por esta causa, el cineasta Gary Dauberman ha recurrido a actores de la solvencia de Vera Farmiga y Patrick Wilson, quienes vuelven a meterse en la piel de Lorraine y Ed Warren. A la vez que dota de mayor presencia a la hija de ambos: una niña de diez años llamada Judy Warren (a quien presta su físico la convincente McKenna Grace).
Tal es el patio en el que Annabelle hará de las suyas, presta a vulnerar la ansiada paz de cualquier persona que tenga la mala suerte de toparse con ella…
Nota.- Annabelle vuelve a casa tiene previsto su estreno en España para el próximo 12 de julio de 2019.
Tráiler oficial de Annabelle vuelve a casa, por Warner Bros. Pictures España
