Yasmina Reza no cree en la pareja
Yasmina Reza presenta “Felices los felices” (Editorial Anagrama), una novela coral sobre los males sentimentales que atenazan a dieciocho ciudadanos pertenecientes al confuso y tecnológico siglo XXI.
Las pequeñas cosas, esos seres legañosos que se esconden detrás de los rincones de la cotidianeidad, son las que verdaderamente marcan el camino de los hombres y de las mujeres.
Asuntos aparentemente tan triviales como el de la elección del queso de mesa en el supermercado, o los acordes imantados de una canción que se comparte en un trayecto en automóvil, hunden socavones de nostalgia cuando las bombillas de la memoria van apagando sus focos vitales.
Peleas y soliloquios, lágrimas de soledad y desencuentros, amores y rencillas, venganzas y montañas rusas de emociones epidérmicas, ilusiones y desvelos… cualquier sensación de social ambivalencia es una muesca en el currículo individual de todo terrícola.
Marcas imborrables del ADN colectivo a las que Yasmina Reza les dedica una faz reconocible, en “Felices los felices“.
YASMINA REZA Y SU ANÁLISIS DE LA ESPECIE
Publicada recientemente en la editorial Anagrama (bajo la experta traducción de Javier Albiñana), el último texto diseñado por la autora de “Arte” es como un inmenso mosaico de irresoluble composición: un puzle atenazado por la impetuosidad de lo inesperado, y al que le faltan las piezas salvadoras del conjunto.
Dieciocho personajes se baten en singular duelo contra la alienación a cada capítulo o episodio de los que conforman “Felices los felices“. Y lo hacen con las hojas de sus floretes embadurnadas en el veneno de las amarguras, celosamente guardadas en la reserva de los vinos avinagrados.
Reza hunde su estilete directo y acerado en temas tan trascendentales para la época actual como la rutina establecida en la opulencia y la falsedad, los apasionamientos exagerados, las relaciones extramatrimoniales con sello de resignación, las fantasías con fondo de sensualidades añoradas, el sadomaso de mercantilismo perturbador, o las miradas hacia los pretéritos amarillentos y deshilachados.
En definitiva, un cuadro coral y bastante esclarecedor sobre las fobias y filias de los ciudadanos amortiguados por el don de la riqueza planetaria, y que la responsable de “Un dios salvaje” apostilla con la cita: “Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor, felices los felices”, perteneciente a Jorge Luis Borges.
Visual en todo momento, y con la métrica de la dramaturgia de salón hogareño por bandera, la narrativa de la literata parisina promueve el afecto o la desconexión inmediatos, sin dar la más mínima tregua a los lectores.
Una travesía que Yasmina Reza aborda con el cinismo de una puesta en escena preparada para retratar el aburrimiento rutinario de sus personajes, a los que la vida les ha repartido las cartas de los espíritus inertes.
Frente a tales perspectivas, “Felices los felices” despliega una crítica generalizada hacia lo que muchas veces tiende a denominarse como políticamente correcto, y que satiriza con la ironía del sufrimiento los comportamientos lógicos de la responsabilidad tribal.
Unos usos y costumbres que, lejos de otorgar la felicidad, suelen provocar (según enfatiza el libro de la compatriota de Simone de Beauvoir) hastío, ansiedad, tristeza y desapego. Asuntos que ya esbozaron con anterioridad gente de estirpe bohemia como la de los rockeros Supertramp, en el hit titulado “The Logical Song”.
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