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Existe un periodismo de alto copete, cuya tinta se agita con el aroma etílico de las más elevadas esferas del poder social, político, económico y cultural. Pero también existe otro al que le ahoga la pajarita de la elegancia de postín y de los grandes titulares, que sobrevive a golpe de alcantarilla peleándose por sacar la cabeza en piscinas de hediondo elemento líquido y asfixiante sudor humano. A esa clase de pluma, engastada en la desilusión constante, le da lo mismo el impecable academicismo de la pirámide invertida, del off y on-the-record, de la verosimilitud o el encantamiento, de la objetividad o el subconsciente. Es, como diría el fallecido articulista natural de Kentucky Hunter S. Tompson (1937- 2005), un periodismo gonzo, amante de la ruptura de márgenes y denunciante de los corsés redactores impuestos desde las facultades, que intentan formar todoterrenos de la información en todo el globo terráqueo.
Esa manera de entender la profesión, y que probablemente no aceptarían los bastiones más señeros de la flor y nata del llamado cuarto poder, la desplegó Thompson en la prácticamente totalidad de sus obras literarias. Y entre sus muestras, The Rum Diary es un texto más que elocuente al respecto. Quizá, esa fuerza para oponerse al rigor establecido es lo que ha animado al realizador y actor Bruce Robinson (a quien se le pudo ver como Benvolio en la versión de Romeo y Julieta, de Franco Zeffierlli) a adaptar el mencionado original impreso escrito por el narrador de Louisville.
La historia sigue los avatares de un informador al que no le van las cabeceras multimillonarias de los mass media, sino las redacciones escasamente tocadas con la varita del éxito; pero que permiten experimentar cosas nuevas. Así, la vida ha hecho de Paul Kemp un trotamundos de designación free-lance, que quema kilómetros de inspiración en los más variados ambientes y países. Su búsqueda de calado casi redentor lleva a este “plumilla” hasta la zona de Puerto Rico y, por ende, hacia El Caribe. Allí, el hombre comienza a tener contacto con una fauna de seres realmente peligrosa; algo que anima a su trabajo a transitar por una dimensión ética y moral mucho más profunda de lo que podía prever el atrevido journalist, nada más desembarcar procedente de USA.
Johnny Depp –uno de los actores con la agenda más completa del planeta- encabeza el reparto de este filme, ya que Thompson es uno de sus autores de culto. No hace mucho tiempo, la estrella de Piratas del Caribe ya protagonizó un relato surgido de la mano algo neurótica del periodista estadounidense, en la película Miedo y asco en Las Vegas (Terry Gilliam, 1998). Y, por las palabras de Depp durante la promoción, se desprendió que el intérprete también nacido en Kentucky (como el literato) era un fan confeso y fiel a las palabras del polémico creador del Gonzo Journalism. Johnny encarna en The Rum Diary a Kemp, el alter ego de HST (en la vida real, el redactor igualmente ejerció su labor en el área geográfica por la que se mueve el personaje); desplegando su habitual socarronería y arsenal dramático, con el que la pareja de Vanessa Paradis llena su mochila existencial nada más recalar en un set de rodaje. A su lado, la espectacular Amber Heard (Furia ciega), Aaron Eckhart (El caballero oscuro) y Giovanni Ribisi (pronto se le podrá ver en la piel de David Koresh, en Waco) son algunos de los rostros que escenifican el universo soleado reproducido en el guion del largometraje de Robinson.
A tenor de lo que se puede entrever entre los bastidores del análisis desprendido de inmediatez, la vida no fue del todo justa con Hunter S. Thompson. Siempre en el lado menos amable de la existencia, el periodista fue dando tumbos por distintos medios de comunicación debido a su mal carácter; y a su rebeldía constante, por definirse como mucho más que un simple traductor de noticias al estilo y la forma impuestos por jefes escasamente tocados con la varita de la genialidad. Así pasó por Time, The Commard Courier y otras cabeceras más o menos señeras. Sin embargo, su impaciencia por ir más allá de lo exigido en la mesa de redacción le obligó a romper cadenas en cuanto se sentía presionado en su creatividad. No obstante, para el recuerdo quedan sus reportajes: muestras sinceras de alguien que dotó de frescura al Periodismo y enseñó a los practicantes de este Arte que la fantasía también cuenta, en una ecuación en la que otras de las incógnitas podrían ser el sentimento y la ensoñación.
