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Por las empedradas arterias del Boston decimonónico, un nuevo detective atisba entre los callejones para sorprender la conducta asesina de sus congéneres. En el cinto, en vez de un colt, luce una pluma manchada con la tinta de su última novela manuscrita: un relato seguramente de terror, rebosante de maldad criminal y toques inequívocamente tétricos. Este agente de la seguridad sin resplandeciente placa en el pecho no es otro que el autor de Narraciones extraordinarias, un señor con vello sobre el labio y melena vaporosa que respondía al enigmático nombre de Edgard Allan Poe (Boston, 1809- Baltimore, 1849).
El mencionado literato -de gótica tradición y cerebro dado a lo macabro- es protagonista por partida doble de la actualidad audiovisual. Para empezar la función, se encuentra la TV movie Poe.
Producida por la potente cadena Warner Bros. Television, esta obra en imágenes sigue las andanzas del mítico narrador a través de un alter ego de ficción, que se pirra por investigar los comportamientos más execrables de los que no valoran lo suficiente la vida humana. Por las laberintos de su urbe natal, encuadrada en la desconcertante y misteriosa Nueva Inglaterra (USA) de las nieblas permanentes y los fantasmas adormecidos por los faroles, el redactor de Doble asesinato en la calle Morgue deberá resolver la muerte de unas víctimas inocentes, siempre mediante unos métodos algo extravagantes y carentes de todo entrenamiento policial.
La técnica usada por el Poe de la cinta televisiva la cuestionaría hasta el mismo equipo de C.S.I., pero lo importante es que al final de la trama el psicópata acabe sometido al yugo de la justicia. Eso es lo que tenía muy claro desde el inicio del rodaje en las tierras de Canadá (Ontario y Toronto) el responsable de tal aventura: el experto realizador catódico Alex Graves (de su mente han surgido no pocos capítulos de El ala oeste de la Casa Blanca, Michael Hayes y Fringe: al límite). El entrenamiento profesional del director ha dotado a la atmósfera de Poe de las sombras inquietantes que demandaba un guion semejante, en el que no faltan las continuas referencias a la relación con el averno del escritor estadounidense. A ello también contribuye el más que competente trabajo de Christpher Hollier en la labor de guionista, un individuo aficionado al género fantástico cuyo currículum en la industria del entretenimiento se ha construido con títulos como Alias y Kyle XY.
Con respecto al reparto, el australiano de Cartas a Julieta y Aprendiz de caballero, el rubio Christopher Egan (Sydney, 1984), ha sido el escogido para dar vida a un Poe que no guarda mucho parecido literal con el que creador del poema de profundo romanticismo trágico Annabel Lee. Acompañando al oceánico, la bella y turbadora Natalie Dormer (la que fuera Ana Bolena, en la serie Los Tudor, se mete en la piel de Celeste Chevalier) y el inglés Kevin McNally (actor que también participa en The Raven) completan un cuadro dramático que sin duda hará creíble la acción de tan interesante propuesta para la pequeña pantalla.
Eso por parte de las seiscientas veinticinco líneas y el HD; ya que desde el punto de vista cinematográfico Edgard Allan Poe copará en breve las salas del planeta con otra visión de sí mismo en calidad de detective amateur. La película The Raven (llamada como uno de sus más famosos textos) inventa un caso en el que se ve envuelto el legendario genio bostoniano de las letras, y en el que las sorpresas están en cada giro de guion y detrás de todos los recovecos de un argumento centrado en el suspense. El espigado John Cusack es la estrella elegida por el director James McTeige (V de vendeta) para dotar de físico al amante de las sustancias alucinatorias, en un claro ejercicio por contratar a un intérprete que guardase cierta similitud con la faz turbulenta del creador norteamericano. Alice Eve, Luke Evans y nuevamente Kevin McNally (quien encarna a Kyle Kilpatrick en la versión para la pequeña pantalla, y que en el largo se viste con el uniforme del superintendente) montan el equipo artístico de una cinta grabada, en esta ocasión, en los paisajes evocadores de Europa del Este.
