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Louis Wain siempre mostró su especial apego hacia la vida animal, y en especial hacia los gatos. Desde que divisara un felino en el jardín de su casa londinense, la inspiración pictórica del esposo de la singular Emily estuvo enlazada a la fisonomía y costumbres de estas mascotas realmente atractivas y misteriosas.
Miles de obras, con gatos multicolores como principales y únicos modelos, conformaron el extenso currículo pincelado de Wain, y le llevaron a ser considerado como un auténtico experto en la materia. Una catalogación que el escritor H. G. Wells potenció a nivel mediático, cuando afirmó que Wain “levantó un estilo de gato, una sociedad de gatos, un mundo entero de gatos. Los gatos ingleses que no lucen y viven como los gatos de Louis Wain se avergüenzan de sí mismos“.
Con tales credenciales artísticas, no era de extrañar que más pronto o más tarde la industria audiovisual dedicara una merecida película al creador isleño, nacido en el siglo XIX; algo que ha hecho realidad el joven cineasta Will Sharpe (Flowers), con Louis Wain.
Junto al guionista Simon Stephenson (La hora 11), el director alumbrado en Camden ha levantado un proyecto plagado de tonalidades ambivalentes y puntos nunca aclarados del todo, relativos a los vaivenes físicos y mentales de Wain (algunos críticos apuntaron que el pintor padeció un tipo de esquizofrenia en sus últimos años de vida, aunque este hecho nunca ha sido confirmado de manera oficial).
Benedict Cumberbatch (Descifrando Enigma) es el actor escogido por Sharpe para encarnar al imaginativo LW, una caracterización que la estrella de la serie Sherlock ha intentado configurar con el perfeccionismo clásico de los retratos verosímiles. Por lo menos, en cuanto a los datos contrastados que aporta la biografía publicada del personaje; ya que, en los aspectos más oscuros y resbaladizos, WSh ha dejado volar su capacidad para visionar la privacidad de un individuo un tanto hermético hacia el exterior.
LOUIS WAIN, UN PINTOR DIFERENTE
Desde sus inicios en la escuela de arte, Louis William Wain hizo patente su atracción por el mundo animal, y por la pureza con la que las distintas especies expresaban sus comportamientos primigenios. Sin embargo, los primeros en llamar la atención del creador londinense fueron los perros, aparte de las escenas campestres de carácter bucólico.
Así se mantuvo su actividad profesional con la paleta y el pincel, hasta que los gatos entraron en el ideario del artista plástico, y le abrieron las puertas a un cosmos que le acercaba a las dimensiones gráficas de un diseñador de jeroglíficos egipcios, o a los márgenes esotéricos de un hechicero en busca de musas maulladoras. A partir de ese momento, el trabajo del capitalino empezó a mostrarse monotemático y obsesionado con el universo de los cats.
Unas veces con una finalidad meramente ornamental e ilustrativa y otras con un sentido psicológico cercano a la retratística humana, las obras de LW inundaron las galerías y las revistas especializadas con su estilo personalizado al máximo. Pulso figurado de cuentacuentos, en el que transpiraba el sentimiento amoroso que le unía a su esposa Emily (a quien en el filme interpreta Claire Foy).
Will Sharpe ha procurado incluir en el libreto cada uno de los aspectos más significativos en la existencia del que fuera colaborador del Illustrated London News, sin pasar por alto detalles como el de la marca facial en forma de labio leporino, que impidió a Wain asistir a la escuela durante parte de su infancia.
Un trabajo de pretendida precisión argumental y cuidada ambientación histórica, que cuenta con la financiación de Amazon Studios.
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