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José Calvo Poyato viaja al siglo XVIII para adentrarse en el mundo del espionaje entre coronas, protagonizado por el hombre que se propuso renovar la armada española.
El espía del rey (Ediciones B) narra la extraordinaria aventura de Jorge Juan, cuando este fue enviado a Londres por el marqués de la Ensenada y Fernando VI, con el fin de copiar algunas de las fórmulas británicas para dominar los mares.
Calvo Poyato despliega un atractivo engranaje de traiciones y peligros en una época apasionante, donde la razón luchaba para no perder el combate contra el dogmatismo religioso.
Cuentan las crónicas que la Armada Invencible de Felipe II bajó a las profundidades marítimas por los elementos atmosféricos y por la habilidad de las naves inglesas espoleadas por los corsarios de Isabel I; las cuales, con su ligereza y rapidez de movimientos, fueron capaces de aplastar a los pesados galeones mandados por el hijo de Carlos I.
Desde entonces, la flota española sintió sobre sus jarcias el peso potencial de los barcos isleños, siempre mejor equipados para la batalla que los peninsulares. No obstante, hubo que esperar dos siglos para que alguien plantara cara al asunto en la tierra de Cervantes, aunque las corruptelas políticas le hicieron imposible llevar sus planes a buen puerto.
Esa persona fue el capitán Jorge Juan: un hombre culto como pocos en su profesión, y amante de explorar métodos de producción y construcción de naos diferentes a los que normalmente se practicaban en los astilleros de la llamada Piel de Toro.
La hazaña llevada a cabo por el alicantino, súbdito de Fernando VI, ha servido al historiador José Calvo Poyato para imaginar una novela en la que se siente el sudor frío de las acciones al borde del abismo, y donde el autor reflexiona sobre el papel de la Ilustración, en una nación todavía perseguida por el fantasma inquisitorial.
JOSÉ CALVO POYATO DESENVAINA LA PLUMA
Nacido en 1713, Jorge Juan y Santacilia fue un individuo excepcional, por atípico y por su capacidad para ir más allá de los condicionamientos a los que le sometía pertenecer a una cultura más dada a los misterios litúrgicos que a las luces de los adelantos científicos.
Las supersticiones de altar y la rigidez cortesana habían sofocado las ansias de este humanista por aportar un poco de coherencia a su pasión existencial: la vida naval.
Tuvo que llegar al trono el denominado como Rey Prudente o Justo (Fernando VI) para que el mencionado oficial viera recompensada su necesidad, en pos de afrontar el obligatorio cambio de dirección en la construcción y diseño de los barcos españoles (naves que necesitaban gastos excesivos en madera).
Así, bajo el beneplácito del marqués de la Ensenada, el citado marino viajó de incógnito a Inglaterra oculto en la identidad de Mr. Josues, y con la misión de espiar la floreciente ingeniería náutica del Reino Unido.
Un traslado secreto del que se trajo numerosas ideas y técnicos, no sin poner su vida en peligro de muerte en más de una ocasión.
A través de un estilo directo y altamente visual, el profesor José Calvo Poyato monta la faz del singular personaje dieciochesco, con las pinceladas agradecidas de los aventureros de la Historia.
Encerrado en un contexto en el que las alternativas a las supersticiones místicas empezaban a quebrar el acerado esqueleto de la sinrazón, Jorge Juan abre sus entrañas a la pluma del catedrático de la Universidad de Granada, para que este inserte en su interior el germen de los visionarios sin apego a los sometimientos.
Lupanares y asesinos, prostitutas y sotanas, imaginería y lógica matemática; los elementos que conforman el curso narrativo de El espía del rey ejecutan un ecosistema de contrastes enriquecedores, que Calvo Poyato mantiene en las alturas del entretenimiento alimentado con las ficciones reales.
Lástima que al final, y tras los esfuerzos del marqués de la Ensenada y del brillante Jorge Juan, el monarca optase por las soluciones náuticas provenientes de Francia. Pero ese ya es otro tema…
