Danh Vo insufla su aliento al Guggenheim de NY
El artista vietnamita, afincado en Dinamarca, deslumbra la urbe de la Estatua de la Libertad con una exposición en la que teoriza sobre la incoherencia de poner fronteras a la Cultura.
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Danh Vo huyó de su país, de los dogmatismos y de la muerte cuando aún no sabía casi andar.
El artista, nacido en 1975, tuvo que padecer los estertores finales de la guerra de Vietnam, mientras su familia intentaba subsistir ante las salvajes condiciones de una tierra asolada por las bombas y la violencia de los gobiernos enloquecidos.
Tras un largo periplo migratorio, Danh Vo encontró refugio en Dinamarca; donde estudió Arte, para narrar con un lenguaje simbólico y contundente todas las experiencias y recuerdos apilados en su memoria familiar. De ahí surgió una mirada diferente sobre múltiples temas, que radiografían -con un movimiento de vaivén entre la ironía y el desencanto- muchos de los defectos y vicios de la sociedad contemporánea.
Esos son los elementos que protagonizan Take My Breath Away: la muestra que el Museo Guggenheim de Nueva York dedica al artista vietnamita hasta el 9 de mayo de 2018; y en la que quedan reflejadas las obsesiones del creador asiático, habitualmente estimuladas por el interés en capturar momentos concretos de la existencia de sus semejantes, con los que disfrazar su condición individualista por medio del germen de la universalidad.
DANH VO HACE VOLAR LA IMAGINACIÓN
La célebre estructura serpenteada del centro de exposiciones neoyorquino adquiere la apariencia de un baúl de visiones singulares, de la mano del genio de las técnicas mixtas nacido en Bà Rja.
De esta manera, los visitantes pueden toparse con embarcaciones naufragadas, cartas sin los ojos del destinatario para explicar su vigencia en el tiempo, relojes paternos ubicados en el vacío de la nada, o certificados de matrimonio expedidos a fantasmas que el blanco nuclear de las paredes vuelve invisibles ante la retina de los espectadores.
Resulta paradójico encontrar la vitamina del cambio, que inspira con impactante fuerza las piezas elaboradas por Danh Vo, en el corazón intelectual de un imperio como el estadounidense, que últimamente pregona en favor del proteccionismo a ultranza, a través de su presidente y de sus acólitos.
Frente a tal panorama de miedos injustificados, el jardín de ideas planteado por Take My Breath Away deja pendiente de cada recoveco del Guggenheim la tesis de que las fronteras artificiales son incapaces de poner coto a la cultura desatada por el espíritu de la libertad, carente de pasaportes y banderas. Un aliento que erige la enriquecedora interacción de gentes de distintas partes del planeta, y que DV estima como inevitable, natural y deseable.
Semejantes mensajes ayudan a que cualquier terrícola se vea identificado en la muestra dentro de su “pequeña y particular diáspora” (como dice Danh Vo), sin sentimiento alguno de extrañeza o incomprensión ante lo que contempla.
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