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Charles Aznavour saca a la venta “Encores” (Barclay): un disco (el 51 de su extensa carrera) con doce temas inéditos, que el solista francés presentará el próximo 7 de mayo, en el Barclaycard Center de Madrid.
En los cincuenta, ser un buen crooner era la máxima distinción que un vocalista podía alcanzar en las salas de fiesta.
En esa época, las notas orales modeladas con las melodías -y templadas con los metales, las cuerdas y los vientos- valían su peso en oro; a la vez que la genialidad flotaba a golpe de nota: bien a caricia de agudo, o al galope de una bofetada grave.
El tiempo transcurrido ha hecho que, junto a la desaparición del mítico Frank Sinatra y de los esforzados tonos de Dean Martin, esas esencias de local aguardentoso quedaran un tanto apagadas, frente a la masificación de las novedades seriadas. En medio de semejante abismo de creatividad, resulta épica la resistencia de un grupo de supervivientes, los cuales todavía portan con orgullo los galones de ser crooners por voluntariedad. Un batallón valeroso, en el que Charles Aznavour (París, Francia, 1924) ejerce como jefe de filas en la nación de La Marsellesa.
El longevo trovador de origen armenio no quiere oír hablar sobre el momento en que deba colgar el micrófono; y sigue en el circuito inventando canciones, maquillando recuerdos, sacándose del bolsillo las canicas de la genialidad.
Sensaciones con el aroma incombustible de los camerinos, con las que el singer ha confeccionado el álbum número 51 de su currículo: Encores (Barclay).
CHARLES AZNAVOUR SE QUEDA CON EL PASADO
Los doce temas que conjuntan este esperado trabajo tienen el denominador común de las memorias vitalistas y crepusculares, como si fueran líricas sustraídas a un cuaderno de bitácora ilustrado con las fotografías del pretérito.
Así se percibe desde el primer corte del disco: unas estrofas violentas en su tristeza atmosférica, que conjugan sus lágrimas de desamparo entre las sombras de Avec un brin de nostalgie.
Con esos acordes preambulares, el capitalino pinta un paisaje de pinceladas tornasoladas, en el que hay espacio para las baladas de cuño latiente (Ma vie sans toi); las juergas parciales de infantiles trascendencias (Les petits pains au chocolat); o las confesiones profesionales de épocas quemadas por el tiempo y el espacio (De la môme à Edith).
Pero en Encores también hay apego al futuro, a los mensajes concordantes con el talento que aún lucha por despuntar. Unas necesidades de legados inconclusos que Aznavour acoge y apoya; dando alas a su colaboración con el joven músico británico Benjamin Clementine (con quien interpreta a dúo el tema You’ve Got To Learn).
A punto de apagar 91 velas en su tarta aniversario (este acto ocurrirá el próximo 22 de mayo), el autor de la existencialista La Bohème -y de la dolorosa letra de J’ai connu- se aparta un poco de los inviernos somnolientos para engendrar una obra que, en cierta medida, retrotrae la mente hacia los calores míticos de su vinilo setentero Hier encore.
Las décadas transcurridas en una carrera que se prolonga durante ochenta años (el artista comenzó a las once primaveras) han desgastado un poco la voz de Charles, a la que han adicionado el cansancio ronco de las gargantas aguerridas. Pero en cada surco de este nuevo álbum hay un sentimiento que hace que valga la pena regresar a los universos de una chanson française titánica y seductora, en la que los acordes protagonizados por gente como Édith Piaf y Juliette Gréco (para las que ChA escribió algunas de sus mejores canciones) hacían temblar las entrañas de la patria de Victor Hugo.
No obstante, por mucho que pueda apuntarse sobre el compacto, Encores adquirirá su significación dentro del repertorio de Shahnourh Varinag Aznávourian una vez que pase por el laboratorio de las interpretaciones en directo. Acto que el parisino llevará a cabo en España el próximo 7 de mayo (en el Barclaycard Center de Madrid) y el 24 de octubre (en el Kursaal de San Sebastián).
Más información en
http://www.charlesaznavour.com
