El periodismo libre parece estar en el punto de mira de muchos de los políticos que dominan el planeta en estas primeras décadas del siglo XXI. Mientras algunos estudios apuntan a que muchos de los jóvenes menores de treinta años consideran que no les importaría vivir en una dictadura, los ejecutivos defensores de las ideologías nacionalistas de extrema derecha no paran de lanzar proclamas y amenazas contra periodistas, comunicadores, programas de radio y de televisión y humoristas con ingenio. Un grupo de profesionales de la actualidad que quieren realizar sus respectivos trabajos sin consignas dogmáticas.
Entre los presidentes más efusivos en su lucha contra las informaciones y los comentarios jocosos que le incomodan, Donald Trump ha hecho de su administración un especie de búnker ideológico, asociado con el pensamiento unitario e identificado con su vehemente resquemor hacia la crítica dirigida a su manera de pensar y actuar. Este posicionamiento de DT viene acompañado de una confianza ciega en las redes sociales, donde le es más fácil controlar los comentarios que cuestionan asuntos relativos a su gestión; respuestas presidencialistas nutridas por eslóganes agresivos y, en no pocas ocasiones, tendentes a la polarización poblacional.
La deriva informativa creada por Trump, que puede vulnerar la primera enmienda de la Constitución americana, ha recibido la oposición reciente de personas tan comprometidas con el reconocimiento de las libertades fundamentales como la actriz Jane Fonda, quien ha recuperado el famoso comité de la primera enmienda, que fue formado por el guionista Philip Dunne, la actriz Mirna Loy y los directores John Huston y William Wyler -asociación en la que colaboró intensamente su padre Henry Fonda– en septiembre de 1947, en apoyo de los diez de Hollywood, durante las sesiones creadas por el comité de actividades antiestadounidenses.
La protagonista de Barbarella ha reunido en torno a quinientas personalidades del mundo de la cultura y el espectáculo para intentar frenar la actividad censora de Trump, materializada especialmente en el despido del humorista Jimmy Kimmel, quien fue reincorporado a su programa televisivo a los pocos días de la cancelación, por la reacción de los numerosos fans del late show que Kimmel presenta en la cadena ABC. El motivo de la acción del presidente de USA contra el humorista fue un comentario relativo al asesinato del activista ultraconservador Charlie Kirk, que no gustó al mandatario.
Pedro Pascal, Anne Hathaway, Ben Stiller, Whoopi Goldberg y Billie Eilish son algunos de los famosos que han apoyado la iniciativa de Jane Fonda; y que supone una señal de alerta respecto a los problemas que la libertad de expresión y el periodismo sin mordazas inquisitoriales están manifestando en esta oleada de reaccionarismo que se vive en la nación de las barras y estrellas.
Según los preceptos constitucionales de USA, “la libertad de expresión es un derecho inalienable de todos los estadounidenses, independientemente de su origen o de sus creencias políticas, sin importar lo liberales o conservadoras que estas sean“. Todo para potenciar una primera enmienda que defiende el derecho a la libertad de religión, la libertad de expresión, la libertad de prensa, el derecho a la reunión pacífica y el derecho a peticionar al gobierno.
EL PERIODISMO LIBRE Y CONTRASTADO SE POSICIONA CONTRA LAS NOTICIAS FALSAS Y SENSACIONALISTAS ESPARCIDAS POR LAS REDES SOCIALES Y LOS CANALES ONLINE
Uno de los mayores problemas con los que se suele encontrar el periodismo en este siglo XXI estriba en la proliferación de informaciones montadas en torno a falsedades disfrazadas como veraces. Según estudios recientes, las nuevas generaciones digitales tienen graves deficiencias con respecto a la atención. Esto favorece a la aceptación de esos flashazos informativos, que cuentan en modo abreviado argumentos que entran a simple vista; microtextos plagados de expresiones maximizadas y datos inventados por diversas causas.
La manipulación de la que suelen hacer gala los poderes económicos y políticos con claros objetivos de controlar a las audiencias procuran alejar a sus potenciales clientes y votantes de unos medios de comunicación que les resultan incómodos.
Bajo las coordenadas citadas, Donald Trump ha comenzado una cruzada de demandas contra canales de televisión y rotativos a los que considera contrarios a muchas de sus acciones. En este sentido, no hace mucho, un juzgado de Florida desestimó una demanda del presidente estadounidense contra el periódico The New York Times, por publicar informaciones poco halagüeñas respecto a su candidatura para las elecciones de 2024.
Uno de los episodios más llamativos de esta fiebre censora en USA se encuentra en los intentos de la administración Trump para impedir la publicación y venta del libro Lucky Looser (Penguin Press), escrito por Russ Buettner y Sussane Craig. La investigación de estos periodistas de The New York Times escarbaba en el pasado financiero de Donald Trump, para contrarrestar las supuestas mentiras esgrimidas por el inquilino de la Casa Blanca.
Sin embargo, no solo en Estados Unidos existen movimientos tendentes a amordazar a la prensa libre. Brasil, en la etapa de Jair Bolsonaro; Argentina, con Javier Milei; Venezuela, con Nicolás Maduro; Rusia, con Vladimir Putin; Israel, con Benjamin Netanyahu… los ejemplos de acciones contrarias a la aceptación de las informaciones contrastadas de los medios de comunicación se extienden por el planeta.
Recientemente, en España, durante la comisión de control a la cadena pública estatal (RTVE) un interviniente del partido de ultraderecha VOX amenazó con eliminar de la programación, si ellos llegaban al palacio de la Moncloa, espacios de tertulia y análisis político como Malas lenguas y Mañaneros 360; a la vez de arremeter directamente contra presentadores del estilo de Marc Giró y Andreu Buenafuente. Unas críticas al rigor profesional del ente público que intentan borrar cualquier contenido periodístico que molesta a quienes desean instaurar un tipo de información monolítica y carente de disensiones contrastadas.
¿Qué está pasando con la prensa? ¿Por qué el periodismo está en el punto de mira? Estas cuestiones exhiben su faz más trágica con el asesinato, por ejemplo, de más de doscientos periodistas en los bombardeos de Gaza. Mientras, en muchos lugares, los profesionales de la información sufren acoso y son menospreciados por una polarización humana que no participa de la pluralidad de ideas.
Sin información veraz, el ciudadano pierde su capacidad de decidir de manera razonable; y tampoco es susceptible de acceder a contenidos con datos contratados y fiables. Las redes sociales propagan muchas veces bulos que enganchan por su lenguaje simplista e impactante; un mal que está agrietando los cimientos de una ilustración cuyos pilares fundamentales están sustentados sobre una prensa libre y sin mordazas de ningún tipo.