Johnny Depp, con su habilidad para transformarse en los personajes más histriónicos en cuanto tiene la ocasión para ello, tiene en mente ser un Satanás de tronío ácido y humorístico, en caso de llevarse a cabo satisfactoriamente el rodaje de The Carnival at the End of Days, a las órdenes del excesivo Terry Gilliam.
La incógnita relativa a la grabación de la movie es bastante pertinente, sobre todo después de que Depp viera hace unos cuantos años cómo su intención de rodar con Gilliam El hombre que mató a don Quijote acabara en el cajón de los trabajos irrealizados; todo por causa de un erróneo cálculo en el presupuesto previsto para la obra.
Ahora, el responsable de El rey pescador parece que tiene las cosas mejor estudiadas, y Depp espera cumplir su anhelo de ser el fantasioso Ángel Caído, en la cinta del ex del grupo Monty Python. Un objetivo que traería a las pantallas una atrayente caracterización del elocuente Jack Sparrow, después de su exposición mediática al ser acusado de presuntos malos tratos contra su exesposa Amber Heard.
El guion de The Carnival at the End of Days está diseñado milimétricamente por el propio Gilliam y Christopher Brett Bailey (Dream Agency), y muestra un universo caótico y de locura expansiva; en el que la divinidad y las amenazas infernales modifican sus respectivas influencias, para atraer a los incautos humanos a uno u otro bando.
Junto al actor de Ed Wood, TG tiene en cartera un cuadro interpretativo realmente atractivo de cara a la taquilla, entre los que se encuentran el maleable Jeff Bridges, quien se convertiría en el mismo Dios; Adam Driver (El hombre que mató a don Quijote); Asa Butterfield (Hugo) y Jason Momoa (Aquaman), entre otros.
JOHNNY DEPP COMPARTE CON GILLIAM EL GUSTO POR EL RIESGO COMERCIAL Y LAS HISTORIAS PECULIARES
¿Qué pasaría si la Tierra dejara de interesar al Supremo Hacedor?
Después de siglos de oportunidades fallidas y decepciones profundas, parece ser que los hombres y mujeres ya cansan a un Creador que juega con ellos como si fueran marionetas animadas, las cuales bailan melodías incoherentes en el proceloso laberinto de las existencias malgastadas. Este es el punto de partida argumental de The Carnival at the End of Days, tesis que se complementa con un plan siniestro: acabar con el mundo conocido, para pergeñar un nuevo Edén, y unos renacidos Adán y Eva.
Sin embargo, y pese a lo que se ha percibido desde el origen de los tiempos, Satán no está por la labor de perder su influencia en la desidia pecadora de los ingenuos mortales; y se destaca como el escudo contrario a los objetivos apocalípticos provenientes del Cielo.
Es importante señalar que el nudo gordiano de The Carnival at the End of Days está, en cierta forma, desplegado a lo largo de la extensa filmografía de Terry Gilliam, quien siempre ha mantenido un aura sutil de índole fáustica en la mayoría de sus producciones.
Los conceptos de lo sobrenatural y lo religioso se han visto retorcidos en numerosas ocasiones, con fantasía y análisis ajenos a los dogmatismos vacuos, por el cineasta de Los héroes del tiempo. Tanto es así que esta futura película del creador estadounidense remite a los amantes del séptimo arte a la articulación mefistofélica del intrigante largo El imaginario del doctor Parnassus; obra con la que Gilliam rindió cumplido tributo a la magia de pandereta y a los circenses timadores de los trucos imposibles.
Sin duda, la eterna lucha entre Dios y Satán es un ecosistema artístico adecuado para que el universo de TG adquiera una vez más dimensiones titánicas; eso si al final Depp pone gestos y mirada de horizonte subliminal al averno que domina los instintos primarios de las innumerables almas en pena.