Ozzy Osbourne mantuvo hasta su muerte, sucedida el pasado 22 de julio, una relación especial con su público, al que concitó el 5 de julio (diecisiete días antes de su deceso) en la ciudad inglesa de Birmingham, dentro de una actuación compartida con sus colegas de la banda Black Sabbath. Pese a sus numerosos problemas de salud, el tour bautizado Back to the Beginning fue más una reunión de despedida que un comienzo nuevo y revelador; pero Ozzy Osbourne deseaba ser recordado por su música potente, cuando lideraba a los metaleros Black Sabbath en los fructíferos años de la década de los setenta del pasado siglo XX.
Nacido en Inglaterra, en 1948, John Michael “Ozzy” Osbourne nunca estuvo alejado de los focos mediáticos a lo largo de una carrera de varias décadas de desenfreno y excesos audiovisuales; lo que le convirtió en un icono cultural para muchos de sus entregados fans. Tanto en su faceta de músico de índole supuestamente satanista (él se definía como muy religioso en su vida privada) como en la piel de un personaje familiar de reality acelerado y surrealista, el vocalista conocido como Prince of Darkness siempre experimentó una energía explosiva, delante y detrás de las cámaras; elementos técnicos de expresión a lo Dorian Gray y dotados de zoom cambiante, a los que regalaba su apabullante gestualidad y su actitud de bohemio adinerado y transgresor de lo políticamente correcto.
La imagen maquillada de un nosferatu simpático y elocuente, como si hubiera sido elegido en un casting de Los Monster, con la que Ozzy Osbourne se dedicó a aparecer en la televisión y en los eventos artísticos a partir de su drástica separación de Black Sabbath (fue despedido por sus problemas con las drogas en 1979) aupó al cantante inglés a una estela sobrenatural en la que cohabitó durante varios lustros con el siniestro Alice Cooper, los elásticos y ambiguos Kiss y el infernal Marilyn Manson.
No obstante, aparte de la parafernalia habitual con que OzO marcaba su territorio escénico, el cantante de Paranoid supo combinar su gusto por los misterios vampíricos con un estilo interpretativo realmente brillante, desencadenado a la hora de dramatizar las letras del repertorio de Black Sabbath y de su siguiente faceta como solista.
OZZY OSBOURNE ABRIÓ EL CAMINO A COMPAÑEROS METALEROS DE LO OCULTO, COMO MARILYN MANSON
Cuando Ozzy Osbourne aterrizó en el universo del heavy metal, procedente de la región inglesa de Warwickshire, para revolucionar el panorama musical con sus ideas de un rock cañero y sujeto a las seducciones atronadoras de guitarras y baterías, el aspirante a estrella contaba con algo menos de veinte primaveras. En esa época, a finales de la década de los sesenta del pasado siglo XX, el heavy británico llevaba impreso el sello dictatorial de los inmortales y orquestales Deep Purple; pero Osbourne no tardó mucho en dar con la tecla de la distinción.
Al lado del guitarrista Tony Iommi, el batería Bill Ward y el bajista Geezer Butler urdieron los mimbres del sonido característico de Black Sabbath (grupo llamado anteriormente Earth y The Polka Tulk Blues Band), formación vestida con una fórmula cercana a la de los australianos AC/DC y a la de los ya mencionados Deep Purple. Una manera de hacer heavy más amparados en el rock algo elevado en decibelios, que en las tormentosas y espectrales composiciones de los posteriores Iron Maiden y Motörhead.
Entre las primeras grabaciones de Black Sabbath, Paranoid, disco presentado en 1970, supuso una declaración de intenciones creativas bastante contundente. La lírica endiablada y psicótica que desplegaba el tema del cuarteto de Birmingham, y que dio título al histórico álbum, se acopló de manera enriquecedora a las cuerdas juguetonas de la garganta del entonces veinteañero Prince of Darkness (Príncipe de la oscuridad o de las tinieblas).
Los hits de Black Sabbath se prolongaron hasta 1979, éxitos que solían ir acompañados de los escándalos provocados por la adicción a las drogas y al alcohol de Osbourne, Unos problemas que le obligaron a dejar el grupo en el citado año, aunque volvería algo más tarde y de manera intermitente.
Ya en solitario, OzO construyó una discografía en solitario sincronizada con sus legendarios looks. De hecho, el primer trabajo del británico, sin su banda fundada en 1968, mostró la capacidad y el talento de un hombre imaginativo y altamente resiliente. Blizzard of Ozz (1980) exhibió el momento de renacimiento de un Osbourne mucho más estelar incluso que el anterior.
Festivales mediatizados por su ADN artístico (el festival Ozzfest dio entre 1986 y 2010 una imagen de Ozzy similar a la de Wagner, con el Bayreuth) y realities televisivos con su esposa y dos de sus hijos (The Osbournes fue todo un pelotazo de audiencia en la MTV, entre 2002 y 2005) contribuyeron a engrandecer la estela de un músico que levantó su propio avatar iconográfico de la nada, y que se mantuvo en los escenarios hasta 17 días antes de su fallecimiento, aquejado por el Parkinson.
Nota: Ozzy Osbourne siempre se declaró un ferviente admirador del humor de Monty Python y de la película La vida de Brian.