Morgan Freeman rueda con Greenaway

El protagonista de "El coleccionista de amantes" y "Million Dollar Baby" lidera el elenco interpretativo de "Lucca Mortis": la mueva obra del director británico Peter Greenaway (Los libros de Próspero).

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Morgan Freeman
Morgan Freeman llevaba tiempo intentando participar en alguna de las producciones de Greenaway

Morgan Freeman es un hombre al que le suelen interesar los proyectos diferentes, que le saquen de la aparente monotonía de un Hollywood anclado muchas veces en mostrar films de riesgo calculado.

Así lo ha vivido el alter ego del inteligente detective Somerset, de Se7en, en los últimos años; relegado en la mayoría de las ocasiones a papeles secundarios, en películas de acción atronadora en cuanto a efectos especiales, y a colaboraciones bastante desenfocadas en comedias anodinas, donde hay que sujetarse a algún diálogo con chispa para alcanzar un mínimo de distinción artística.

Quizá esa sea la causa por la que Morgan Freeman se ha decidido a viajar a Europa, a punto de cumplir ochenta y cuatro años; para asumir el protagonismo absoluto en Lucca Mortis: la última aventura cinematográfica del cineasta galés Peter Greenaway.

El interés del actor nacido en Memphis (USA) por la obra del responsable de El contrato del dibujante viene de lejos, desde que el creador isleño intentó contar con los servicios de Freeman, para su film seriado Las maletas de Tulse Luper (2003-2004). En ese momento, el asunto no salió como estaba previsto, por culpa de la agenda de la estrella de Invictus; pero Morgan se quedó fascinado con las ideas estilísticas del hombre que proclamó a principios de los noventa la necesidad de encontrar un nuevo lenguaje audiovisual, que pudiera desprender al invento de los hermanos Lumière de la dependencia de otras artes más longevas.

Casi un par de décadas después, el intérprete de Sin perdón al final ha conseguido firmar un contrato con Peter Greenaway; estimulado por un guion que recuerda vagamente a las premisas existenciales de Muerte en Venecia y Fresas salvajes. Tales similitudes vienen antecedidas por el hecho de que las tres obras retratan las difusas figuras de tres individuos conscientes de que se acerca la dama de la guadaña, y quieren afianzarse una despedida acorde con sus intereses vitales.

Morgan Freeman
Morgan Freeman admira las ideas visuales de Greenaway

Como en muchas de las películas precedentes de PG, la arquitectura y los espacios urbanos pretenden mediatizar la evolución argumental de Lucca Mortis, sumidos en una metáfora constante sobre las trasformaciones físicas y éticas, que determinan el comportamiento de los edificios y de las personas.

De esta manera, el personaje de Freeman parece querer fundirse con el paisaje de la impactante ciudad de Lucca: el mítico enclave de la región de La Toscana, aliñado por un horizonte de murallas renacentistas, y sembrado con calles esmaltadas a base de adoquines historiados.

MORGAN FREEMAN ACCEDE AL LENGUAJE BARROCO DE GREENAWAY

El argumento de Lucca Mortis es lo que menos importa, si se sigue la norma habitual que prima en los films de Peter Greenaway. No obstante, sí es posible establecer una ligera línea dramática, relacionada con un anciano escritor estadounidense, que decide viajar desde su Nueva York caleidoscópico, a las vistas cargadas de pretéritos gloriosos y batalladores esculpidos en la faz inmortal de Italia, que presenta Lucca.

El citado hombre se traslada con toda su familia, en busca de atisbar lo que le falta en su gigantesco universo neoyorquino. Un sitio donde rozar la paz que anhela, para elevar su canto anímico; en un intento por afrontar un peregrinaje enérgico y metafísico, semejante al efectuado antes por maestros literatos como Robert Graves, Ernest Hemingway o Pablo Neruda.

Morgan Freeman
El esquema argumental de “Lucca Mortis” recuerda vagamente a las tesis expuestas en “El vientre del arquitecto”

Esta transformación de un ser humano, merced a las nuevas calles y fachadas que llenan su retina y sus sentidos en su etapa de madurez y ancianidad, ya fue tratada anteriormente de manera alegórica por Peter Greenaway, en la excelente y enriquecedora cinta El vientre del arquitecto (1987). En esa ocasión, el actor Brian Dennehy dio vida a un prestigioso arquitecto estadounidense, que acudía a Roma para participar en un evento cultural y un ambicioso proyecto. Pero, una vez en la Ciudad Eterna, el orondo Stourley Kracklite empezaba a mostrar extraños problemas estomacales, como si la urbe se le metiera dentro del cuerpo, desgarrando sus entrañas.

No se se sabe aún si la fusión de Lucca con Freeman será tan determinante, como la de Roma con Dennehy; aunque lo que sí se puede asegurar es que el protagonista de Paseando a Miss Daisy notará el impacto de trabajar a las órdenes de un cineasta tan peculiar como Greenaway. Un director que no suele primar el aspecto comercial en sus largometrajes, sino que hunde sus intereses en reflejar las obsesiones artísticas que colorean su figurado caballete, asociadas normalmente con complicados estudios pictóricos sobre la anatomía humana y el barroquismo analítico.

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