David Crosby abre sus heridas
El mítico componente de The Byrds y CSN, David Crosby, edita Croz (Blue Castle Recrods): el cuarto álbum de su carrera en solitario, iniciada en el lejano 1971.
La granja neoyorquina de Bethel hervía grados de buena música en agosto de 1969. Durante ese veraniego mes, la mayor concentración hippy de la historia se citó en Woodstock, con flores en el pelo, mucha paz en las gargantas y psicodelia fumable de todos los colores en el ambiente. Mientras, en el centro del paisaje, el altar escénico daba cuenta de un sobresaliente ramillete de jóvenes creadores de las ondas sonoras, unos tipos llamados a poner la sintonía a la segunda mitad del siglo XX.
Y, dentro del encendido cartel, unos chicos llamados Crosby, Stills and Nash (siempre pendientes de la suma del intermitente Neil Young) alcanzaron el Olimpo del rock al calor de los miles de fans.
Pronto habrán pasado cuarenta y cinco años desde esa gesta, pero en la memoria de David van Cortlandt Crosby (Los Ángeles, California, 1941) aún parece que fue ayer, cuando era un muchacho de tupido bigote y estaba en el backstage intentando colgarse bien la guitarra, para marcar adecuadamente los tiempos a sus compañeros.
No obstante, David ya era un profesional más o menos fogueado en el circuito. No en vano, antes de CSN había sido uno de los miembros importantes de los célebres The Byrds.
Las décadas de carretera, los problemas con la justicia, los números uno, las desavenencias familiares, los vaivenes cardíacos y las demás vivencias han hecho del pletórico autor de If I Could Only Remember My Name un señor con arrugas de sensei y carne de vinilo. Alguien que despliega conocimiento de los géneros y los ritmos por los cuatro costados, y al que no le agrada lo más mínimo quedarse mirando por el espejo retrovisor de su carrera.
De esta manera ha concebido Croz (Blue Castle Records), el cuarto álbum de su currículo en solitario, que acaba de ser puesto a disposición del público el pasado 28 de enero de 2014.
DAVID CROSBY SE MARCA UN VIAJE POR LA REALIDAD
Pocos artistas pueden darse el gustazo de comenzar un compacto con la colaboración de un maestro de las cuerdas como Mark Kopfler; pero para algo deber servir acreditar una inmensa lista de premios y de himnos ajenos a las limitaciones generacionales. Asuntos en los que el hijo del director de fotografía Floyd Crosby ha sido verdaderamente afortunado.
Con los acordes proporcionados por el antiguo líder de Dire Straits, el tema What’s Broken queda como un prólogo emocionante y tremendo, al que la voz sulfúrica del californiano le otorga la profundidad de las confesiones al borde del derrame dramático.
Tras el compositor escocés de la B.S.O. de Local Hero, invitados del fuste del trompetista Wynton Marsalis e incluso del propio vástago de David Corsby (James Raymond) comparecen en un resurgimiento esperado durante cuatro lustros, y que no decepciona ni en el contenido ni en la forma.
Precisamente, el mensaje es el que da una dimensión telúrica y empática a Croz. Las letras del que fuera pupilo de Fred Neil hablan de prostitutas obligadas a mercadear con el sexo (If She Called), tipos que despiertan directamente en el vacío más inmenso (Holding On Nothing), evocaciones de alcobas oscuras y pretéritas (Dangerous Nights) y epístolas de conocimientos dolorosos para el ser humano (Set That Baggage Down).
Con poco dinero en la cartera de inversión y sin la fama de antaño (aunque con un buen puñado de inspiración e imaginativos trazos), David Crosby ha sacado adelante -contra viento y marea- un disco que versa sobre la necesidad del rapsoda para que se escuche su canto; sin estridencias, como una solemne letanía. Nada que ver con el pasado, indiferente al futuro, y únicamente preocupado por el presente. Justo tal cual es DC.
Más información en http://www.davidcrosby.com