Oskar Kokoschka solo se sintió expresionista, a lo largo de su extensa carrera como creador plástico. Y esa predilección por semejante catalogación profesional y estilística no estaba sujeta a las normas del movimiento conocido como tal, sino que la defendía por su obsesión en abordar la expresividad de la vida en cada una de sus obras, como si fuera un compromiso intenso que humedeciera sus pinceles y mezclara de manera diferente los colores de su paleta.
Apasionado en grado extremo y acerado en sus mensajes y trabajos, Oskar Kokoschka se situó permanentemente en una posición alejada de lo políticamente correcto y de los vaivenes populares de los gobiernos de turno, empeñado en desentrañar el misterio de las humanidades perdidas en los laberintos de la sinrazón, para dotar al público de espejos de trementina y aglutinantes oleosos, con los que visionar los demonios cotidianos que canibalizaban su inexistente tranquilidad rutinaria.
El museo Guggenheim de Bilbao dedica una vasta exposición a las imágenes sublimadas de este maestro austriaco de las inmanencias perceptibles, capaz de analizar la realidad a golpe de rojos amenazantes, azules surgidos de las ánimas eternas, amarillos de fuego y verdes de singladuras emocionantes y emotivas.
Las más de cuatrocientas piezas (entre textos, imágenes y documentos varios) que visten el interior de las salas 205, 206, 207 y 209 de la pinacoteca vasca marcan el recorrido cronológico de una muestra que destripa un vértigo escénico abismal y voluntario, que se percibe en cada uno de los trabajos colgados de las paredes y albergados en las vitrinas. Un hambre de pigmentos sustraídos a la naturaleza, que conforma una atmósfera neurótica y lúcida a la vez, en la que domina el pulso aguerrido de un artista de estirpe rompedora y espíritu irreductible (en su época fue conocido como “el gran salvaje”).
OSKAR KOKOSCHKA SE CORPOREIZA EN EL GUGGENHEIM, A TRAVÉS DE SU OBSESIÓN POR TRANSMITIR UN EXPRESIONISMO CANDENTE
Los comisarios Dieter Buchhart, Anna Karina Hofbauer, Fabrice Hergott y Fanny Schulman no han querido reducir el curso de Oskar Kokoschka: un rebelde en Viena a unas simples coordenadas clásicas y reductoras, sino que han interpretado el legado del creador centroeuropeo como algo en continua expansión, capaz de ser armado como un imaginativo puzle destinado a encajar los distintos intereses que prevalecieron en las etapas vitales del maestro nacido en Pöchñarn.
Seis secciones o apartados componen la propuesta del museo Guggenheim, para encapsular las impactantes obras de este buscador de soluciones vaporosas, con las que intentó despertar a la adormecida sociedad del período de entreguerras; cuando la agresividad nazi y fascista asolaban al Viejo Continente, y teñían las calles de las ciudades y la aridez de los campos con el tenebrismo de la destrucción y la mortandad.
De los dibujos acerados y metalizados de principios del siglo XX al progresivo acercamiento a una abstracción aérea y conmovedora en su etapa final (1946-1980), la exhibición cede el protagonismo a la evolución continua de Kokoschka frente al caballete o la lámina en blanco. Un crecimiento exploratorio que no debilitó en ningún momento su independencia ante las modas y las corrientes vanguardistas o neoclásicas.
Esa infructuosa obstinación en la salvaguarda de la pureza de su plástica le llevó a desarrollar un profundo sentimiento europeísta, esperanzado en construir un continente hermanado por medio de la cultura compartida por los pueblos.
Series pictóricas como la de El cangrejo (1939-1940); óleos deudores de un magnetismo pergeñado en territorios colindantes a los de Egon Schiele y Franz Marc, como El poder de la música; paisajes humanos con zanjas abiertas en canal; o colaboraciones escénicas entre el arte pictórico y la arquitectura… Las perspectivas bosquejadas por Oskar Kokoschka: un rebelde de Viena animan a adentrarse sin salvavidas en el complicado universo de un creador tan comprometido con el existencialismo como este admirador declarado de Gustav Klimt, Rubens y Francisco de Goya.
Nota: Oskar Kokoschka: un rebelde de Viena estará abierta en el Guggenheim de Bilbao hasta el próximo 3 de septiembre de 2023.
Más información, entradas y horarios en
https://www.guggenheim-bilbao.eus