Anagrama edita en español el último relato del autor de La viuda embarazada; una ácida crónica ambientada en el reino de Isabel II, cuyo título es Lionel Asbo.
A cinco centurias en el túnel del tiempo, el imperio que construyó Elizabeth I desde la virginidad de sus refajos no es más que un pálido reflejo de lunas enfermas. En este siglo XXI, muchos de los compatriotas de Francis Drake y William Shakespeare se han tornado en simples maniquíes, que hablan un idioma parecido a ellos. Incluso los gentlemen de los trajes a medida y el bombín a juego son en la era tecnológica productos de deshecho, que se pasean por la City con maletines de supervivencia fantasmal.
Mientras, el espíritu hooligan (el de los pandilleros con uniforme de Trainspotting y realities eternos en las pantallas de los televisores) triunfa con las embestidas de los brindis al calor de una cerveza de barril.
Ese mundo, de huérfanos de la cultura y desheredados de la sensibilidad, es en el que Martin Amis (Swansea, Gran Bretaña, 1949) recrea la acción de Lionel Asbo, obra narrada desde la descreencia más absoluta por el que ha sido proclamado el nuevo Dickens de la época contemporánea.
La riqueza no conlleva la felicidad intelectual
Sentado frente a la pantalla de su ordenador, quemando michelines de sexo virtual, el protagonista de la historia es un hombre de tradiciones delictivas. Este señor, que responde a la identidad de Lionel Asbo, vive su rutina diaria en una barriada londinense de las de paro en los portales y tirón de bolso obligado, siempre acompañado de sus dos pitbulls.
Junto a él, el sobrino adolescente de este individuo representa el polo opuesto. El chico se empeña en buscar algo distinto que le aparte de la existencia tan vacía propuesta por su tutor.
Aficionado al robo, Lionel -que para más señas se define como consumidor de porno on line– es detenido por la policía; y lo único que se le ocurre pedir a su joven pariente es que le valide el boleto de la lotería, objeto de anhelos inalcanzables que guarda celosamente como única pertenencia medianamente útil.
No obstante, la suerte tiende su mano al reo, y el trozo de papel resulta premiado en el sorteo.
La alianza del tipo con el azar es presentada como la puerta de acceso a un futuro más adecuado a los intereses de los personajes. En apariencia, con ese dinero el teenager tendrá una oportunidad para mejorar su educación y salir del suburbio, y Lionel no se verá metido en los habituales follones que han marcado su currículo.
Sin embargo, ¿basta con poseer muchos billetes verdes en el banco para huir de la degradación ética y moral?
Martin Amis realiza en esta novela una disección esclarecedora de la situación de la sociedad británica de este tercer milenio, un colectivo anclado en la globalidad isleña, cuyo timón de mando está fijo en la máxima hedonista de no pensar, de enrabietarse sin reflexionar, de armar contra todo sin separar la efervescencia del momento de las profundidades de un pensamiento filosófico consensuado.
Al igual que compañeros de filas como Nick Hornby e Irvine Welsh, el autor de El libro de Rachel dibuja los rasgos de las extensiones artúricas con líneas torcidas, en las que la alienación consentida está a cada redoble de párrafo. Una realidad asombrosamente similar a la que se puede experimentar en España, Italia, Alemania, Estados Unidos…
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