Rebecca Yarros ha sorprendido a la industria editorial con su buen ojo para elaborar un producto imbatible y demoledor, capaz de hacerse viral entre los lectores por debajo de los treinta años.
La fórmula escogida consiste en disfrazar el relato de una adultez impostada, la cual deja paso a una cierta tendencia a escandalizar a sus seguidores con escenas no tan rebajadas de pasión carnal como las de la saga Crepúsculo, ni tan crudas y salvajes como las de los pasajes más tórridos de Juego de tronos.
Yarros no quiere tratar a sus potenciales clientes con el infantilismo habitual de los relatos diseñados para teenagers, y por ello no esconde los sentimientos de sus personajes principales; aunque estos se encuentren envueltos en un lugar de cuento más o menos clásico. Un universo de dragones parlanchines y artes maquiavélicas, donde la protagonista deberá sobrevivir a un sinfín de pruebas determinantes, para demostrar su valía como jinete de un animal alado que escupe fuego.
La autodenominada serie Empíreo comenzó su andadura con Alas de sangre (Editorial Planeta) y ahora lanza su segunda entrega: una aventura que va más allá de los límites marcados por el primer título de la serie, y que lleva por título Alas de hierro (Editorial Planeta). Díptico que ve la luz de manera casi inmediata, para que los miles de fans de Book Tok no bajen la intensidad de sus recomendaciones por la red social.
De hecho, los consejos virales por Tik Tok son los causantes del fenómeno internacional y planetario de Empíreo, fiebre que ahora también empieza a hacerse un hueco entre lectores más talluditos, amantes de films como El dragón del lago de fuego y Dragonheart, y de libros tan entretenidos como Eragon, de Christopher Paolini.
La escritora norteamericana se hace eco de muchos de los éxitos editoriales en el mercado adolescente, y los mezcla con una singular habilidad en Alas de sangre y Alas de hierro, para potenciar la variante emocional de los que se sintieron conmovidos por sagas como las de Los juegos del hambre y Divergente.
Y el resultado es una fábula de signo épico, en la que los dragones lo son todo, y la posibilidad de comandar uno de estos animales es la mayor gloria a la que pueden aspirar los vulnerables y frágiles seres humanos. Por eso, a Violet y sus colegas solo les queda la opción de graduarse o morir…
REBECCA YARROS APROVECHA DISTINTOS ELEMENTOS DE ÉXITOS RECIENTES DE LA LITERATURA “TEEN”, PARA BUSCAR SU PROPIO HARRY POTTER
La acción de Alas de hierro (el capítulo de la serie que acaba de aparecer en las librerías) retoma la agitada existencia de Violet Sorrengail, después de superar su primer test en la exigente escuela de guerra Basguiath. La chica se vio forzada a dar lo máximo de sí misma en la Trilla, debido a su cuerpo de menor tamaño y su fragilidad evidente, frente a otros oponentes más preparados para la batalla.
Tras verse obligada a ingresar en el cuadrante de los jinetes de dragones por intermediación de su rocosa madre (la generala Lilith Sorrengail), Violet intenta no sucumbir a los exigentes exámenes de la citada institución en los que se verá envuelta. Situaciones llevadas a cabo en un laberinto de conspiraciones y luchas intestinas, en el que la protagonista da rienda suelta a su pasión romántica por Xanden Riorson (el líder del escuadrón de la academia castrense).
Dentro del abismo de sentimientos encontrados en el que se desenvuelve Violet, existe la dolorosa revelación de que el padre de Xanden fuera asesinado por la progenitora de la joven; todo un hándicap difícil de superar por los enamorados y su entorno más cercano.
Las vicisitudes de Violet y Xanden en el reino inventado de Navarre, con los dragones como confidentes y amigos conectados mentalmente con ellos, conforman el argumento de una bilogía que se inspira en algunos de los trazos fantásticos de autores tan reputados en el género como George R. R. Martin (el gran guía en cuestión de la resurrección mediática de los dragones), Bradon Sanderson, Suzanne Collins y J. K. Rowling.
Pese a que los ingredientes de Alas de sangre y Alas de hierro no son especialmente novedosos (lo de diseñar una épica sustentada en fantasías reconocibles tiene sus antecedentes más señeros en los cuentos clásicos de los Grimm y Perrault, y en El señor de los anillos, por ejemplo), el ingenio de Yarros estriba en la combinación de los mismos, capaz de despertar el ansia lectora de generaciones acostumbradas en su mayoría a la brevedad de los mensajes.
Toda una hazaña que ojalá no quede consumida con alguna llamarada incontrolada de los díscolos e inteligentes dragones que vuelan por sus páginas…
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