Zoe Saldaña toma aire para alumbrar al heredero del Diablo

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La actriz de “Colombiana” sustituye a Mia Farrow en el remake del filme de Roman Polanski

Según el acerbo popular, todos los bebés tienen una cierta gracia que inspira sentimientos de ternura, incluso en los espíritus más glaciares. Una máxima que debería servir también para el vástago de Satanás (puestos en materia, la simpatía ante el gu-gu es inevitable). Por lo menos, Mia Farrow lo demostró en 1968, cuando Roman Polanski la puso en la tesitura de amar al fruto del Demonio, sin importarle lo más mínimo que los ojos del pequeñín fueran más rojos que el capote de un  torero reventón. Aunque, quizá, el neoyorquino edificio Dakota -donde se rodó la movie- ayudara a que la mamá no observase los defectos más obvios del hijo de sus entrañas.

Zoe Saldaña no va a tener ni la excusa del inmueble para aceptar a su maligno nene, algo que está haciendo durante estos meses en la grabación del remake de La semilla del diablo, que materializan en unión Lionsgate y el canal estadounidense NBC. Y todo debido a que la acción se ha trasladado de la urbe del Empire State a las arterias europeas de la Ciudad de la Luz. No obstante, la compañía tras las cámaras de la veterana Agnieszka Holland (Europa, Europa) seguro que infunde el valor necesario a la protagonista de Avatar.

La historia sigue las vicisitudes de una mujer, al quedarse embarazada de Satanás

La televisión al servicio del terror

Cuando Rosemary’s Baby llegó a las salas cinematográficas, la leyenda sobre el mal fario del filme se extendió como la pólvora. Los más esotéricos se aprestaron a atisbar una macabra maldición, que pendía -cual espada de Damocles– de cada uno de los fotogramas de la obra. La insana historia que inspiró la homónima novela de Ira Levin levantó toda una corriente de reacciones, que elevaron a la cinta a la categoría de objeto de culto dentro del género del terror. Tal fue la conmoción del argumento que, en la ceremonia de los Oscar de 1969, La semilla del diablo se convirtió en una de las sorpresas de la temporada (con estatuilla merecida a la enérgica Ruth Gordon, en la categoría de Mejor Actriz Secundaria).

Mia Farrow marcó una época con su interpretación de Rosemary Woodhouse

A tanto llegó el interés por el juego entre la realidad y la ficción que se marcó el director Roman Polanski, que éste provocó numerosos intentos de invasión al interior del Dakota, simplemente para buscar en los pasillos el rastro de Minni y Roman Castevet. Y, mientras esto sucedía, las entradas se agotaban con la rapidez con la que se seca un charco de agua en medio del desierto.

No obstante, los más de cuarenta años que median entre la elaboración del largometraje original y esta miniserie de cuatro capítulos han hecho mella en los espectadores. Los que se sientan delante del electrodoméstico que transmite imágenes en movimiento ya no son tan impresionables como sus parientes sesenteros; y el terreno del miedo audiovisual reclama otras sensaciones más a flor de piel, distintas a las ofrecidas por el autor de Lunas de hiel (quien se tiró más por la elaboración de atmósferas inquietantes, prescindiendo de otras variantes igualmente concitadas en el texto de Levin).

Una consecuencia -la del paso del tiempo- que ha llevado a los responsables de Lionsgate a contratar los servicios de Scott Abbott (cerebro narrativo en la adaptación de La reina de los condenados) y de James Wong (el nuevo gurú del miedo digital, puesto corroborado después de su trabajo en la inquietante American Horror Story). Ellos son los máximos impulsores de la actualización de un guion que sigue alimentándose de asuntos tan ancestrales como los de la brujería, las posesiones infernales, la malignidad de cuernos y cola, y la monstruosidad escondida tras la vida vecinal más cotidiana.

La miniserie está dirigida por la realizadora Agnieszka Holland

Pese a que el resto del reparto aún no ha trascendido a la prensa (y probablemente quedará eclipsado por la elección de Saldaña), hay que reivindicar la importancia de un elenco que en 1968 brilló a la par de la entonces joven Mia Farrow, bajo las identidades de John Cassavetes; la mencionada Ruth Gordon; Ralph Bellamy; Maurice Evans (genial como el desconfiado Hutch); y Sidney Blackmer, entre otros. Sin duda, sus sustitutos procurarán evocar tanto miedo como el que ejercitaron sus predecesores. Y eso que París no detenta en su geografía de granito una caverna de tintes diabólicos proporcionales a los que proyectaba el edificio Dakota

Más información en http://www.lionsgate.com

 

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