Series míticas: Rumpole Of The Bailey

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"Rumpole Of The Bailey" surgió de la pluma de John Mortimer

La balanza de la justicia siempre solía ser comprensiva con el abogado Horace Rumpole. Su verborrea inagotable, sus desplantes ante el tribunal, su socarronería de barra de pub y su llaneza inabarcable hicieron de él uno de los personajes más populares de la pequeña pantalla en Gran Bretaña, a la vera financiera de la tristemente malograda Thames Television.

Leo McKern se convirtió en el perfecto Horace Rumpole

Cada semana, y durante cuarenta y dos episodios distribuidos entre 1978 y 1992, el orondo e inconfundible actor australiano Leo McKern (Sydney, 1920- Inglaterra, 2002) se disfrazó con toga y peluca para impartir un poco de disciplina legal en los vetustos juzgados, de la era del thatcherismo más duro a la meliflua presencia del sucesor de la Dama de Hierro, John Mayor.

La justicia era menos ciega a los ojos de Rumpole

Pero Rumpole no era un abogado al uso, tal y como lo retrató el dramaturgo John Mortimer (el genial autor, entre otras obras, del texto de Viaje alrededor de mi padre y del guión de El rapto de Bunny Lake, dirigida por Otto Preminger en 1965). Para empezar, no necesitaba semejar que se hubiera tragado un palo a la hora dotar de prestancia a la crown court londinense: se emborrachaba, comía a dos carrillos con abundantes dosis de grasa y alimentos alejados de una dieta medianamente sana, hablaba de manera algo soez cuando le convenía, citaba constantemente a los clásicos, se refería en todo momento a su esposa como “ella, la que debe ser obedecida” o se burlaba malintencionadamente de la mojigatería de su jefe Samuel “Soapy Sam” Ballard. Así era Horace, un hombre desmesurado que le otorgó fama y popularidad al ya de por sí valorado interpretativamente Leo McKern.

La hija de Leo, Agigail McKern, participó en la serie como "Mizz Liz" Probert

La estrella principal de Rumpole Of The Bailey nunca tuvo que poseer un físico de impacto para triunfar en la escena. McKern era algo bajito si se le comparaba con los llamados a convertirse en los nuevos galanes de Hollywood (en torno al 1,68), había perdido un ojo a los quince años por culpa de un accidente y estaba aquejado de una barriga prominente. Sin embargo, algo hacía que estas características fueran meros apuntes cuando se le tenía enfrente: las cualidades para la actuación de este señor nacido bajo el nombre de Reginald dejaban casi sin argumentos contrarios respecto a su importancia en todos los ámbitos del arte dramático (teatro, cine y televisión).

Val Guest hizo sudar lo suyo a Leo McKern en "El día en que la Tierra se incendió" (1960)

Desde muy pronto, Leo sintió que lo suyo era meterse en la piel de los papeles más heterogéneos. Fue Cromwell en Un hombre para la eternidad (Fred Zinnemann, 1966), un periodista que se acercaba al fin del mundo en El día en que la Tierra se incendió (Val Guest, 1961) o tabernero traidor en La hija de Ryan (David Lean, 1970). Esto solamente es una muestra breve de una filmografía en la que destaca la capacidad de trabajo de McKern, quien se involucraba tanto en superproducciones como en películas de presupuesto menor; siempre que su participación le aportase algo desde el punto de vista profesional (por ejemplo, cuando rodaba La hija de Ryan, el oceánico llegó a comentar que no sabía por qué le pagaban tanto si la mayoría del tiempo estaba jugando al Scrubble).

Su caracterización en "El lago azul" (1980), como Paddy Button, es de las más famosas

Pero, pese al variado y nutrido currículum del australiano, los espectadores le recordarán –además de por los seriales de Rumpole y El prisionero– por su caracterización como el cocinero liberal Paddy Button, que encarnó en El lago azul (Randal Kleiser, 1980, según la novela original de Henry De Vere Stac Poole). A pocos les pasó por alto la colaboración de McKern, con escenas como una en la que imitaba a una ballena nadando despreocupadamente en el mar (sacando la tripa con el impulso, y echando agua por la boca) u otra en la que se vestía de señorita de sociedad y movía los pectorales, al tiempo que lo hacía el tatuaje que portaba en sus glándulas mamarias.

"Rumpole Of The Bayle", salvo dos telefimes, se mantuvo en antena de 1978 a 1992

Sin duda, gran parte del éxito de Rumpole Of The Bailey residía en que Leo era muy parecido a Horace, tan ocurrente y con una elocuencia que ya querrían para sí muchos de los políticos actuales. Aunque también es de justicia (nunca mejor dicho, al tratar la serie creada por Mortimer) destacar la importancia del resto del reparto. Desde la respondona Marion Mathie (como Hilda, la cónyuge de Horace) a Peter Blyte (en la piel de Samuel Ballard), pasando por Julian Curry (Claude Erskine-Brown), todos ayudaron a que esta producción a seiscientas veinticinco líneas se erigiese como una de las mejores elaboradas en la competente factoría (Thames Television) que cocinó obras maestras del tipo de The Contract, Minder o Un hombre en casa.

Leo McKern era diabético y perdió un ojo a los quince años

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