Romeo y Julieta decidieron cometer un suicidio impetuoso y romántico, cuando en el sepulcro descubrieron que sus familias habían impedido su unión como pareja, junto a la conspiración amarga de los destinos sellados por una muerte prematura y anunciada. Su breve pero intensa historia de amor fue inmortalizada por William Shakespeare en 1597, quien supo cómo trasladar a la escena la explosión incontrolable de los sentimientos de dos jóvenes que se idolatraban mutuamente, y que lanzaban al viento frases envueltas en versos imperecederos; al tiempo que exprimían los instantes subyacentes en una mirada, un gesto, un roce prohibido de piel con piel, o un simple golpe de aroma robado de la epidermis del ser querido.
El dramaturgo austriaco E. L. Petschinka recoge el guante del bardo de Stratford-upon-Avon, para componer su propia visión de cómo habría sido el relato, si el elocuente Romeo y la dulce Julieta hubieran despertado varias décadas después de su supuesta eternidad, concertada cuando eran unos incautos teenagers. Una realidad que traslada a estos personajes universales a la edad de ochenta años, para el galán, y de cerca de 70, para la muchacha de lozanía comparable con las rosas de su jardín palaciego,
El fogueado director teatral Rafael Sánchez vuelve a montar un texto de E.L. Petschinka, después de su exitosa colaboración en Tiempo de silencio, con el objetivo de ilustrar este sorprendente viaje a una Verona diferente y más espectral de la descrita por William Shakespeare, en la que Romeo y Julieta ya no se derriten con la simple contemplación de sus respectivos rostros, sino que se permiten incluso la ironía de dudar de su propia identidad como personas crecidas en el limbo del camposanto.
Ana Belén y José Luis Gómez son los encargados de dotar de físico y dicción a estos Julieta y Romeo maquillados por las arrugas faciales, a los que la vida les da la oportunidad de reencontrarse más allá de las mitificaciones, con los problemas y vulnerabilidades coherentes con la edad. Un espejo deformante a través del que ellos deben comprender que ya no son los jóvenes de antaño, sino un hombre y una mujer que han estado ausentes durante una evolución existencial prolongada, debido al sueño al que se condenaron voluntariamente.
ROMEO Y JULIETA APRENDEN A CONOCERSE MUTUAMENTE EN LA ANCIANIDAD
Según el escritor Eberhard Petschinka, Shakespeare solo encontró un desenlace adecuado para Romeo y Julieta por medio de la muerte de ambos. Los adolescentes veroneses eran los mártires inocentes de un mundo pleno de odios y traiciones; pero el autor centroeuropeo no piensa que el deceso de los enamorados sea el camino adecuado para concluir su dicha romántica, sino que prueba a darles una segunda oportunidad. Un nuevo final menos trágico, en la línea del que marcó el devenir de la princesa Aurora, en La bella durmiente.
De esta manera, tras años de sepelio continuo, la dama Capuleto y el otrora hidalgo Montesco abren los ojos, para darse cuenta de que son dos auténticos desconocidos. Romeo bosteza con ochenta primaveras, mientras que Julieta lo hace a los 70 aniversarios. Él no recuerda nada de su pasado, y ella únicamente tiene imágenes fugaces de su amante con el rostro terso y apuesto.
Un escenario compuesto a base de focos y oscuridades visten las palabras susurrantes de los aguerridos personajes creados por William Shakespeare en 1597, y cuyo curso recuerda a las aventuras crepusculares del justiciero Robin Hood y su fiel Marian, cuando comparecieron ante los espectadores con el físico avejentado de Sean Conney y Audrey Hepburn.
Con las dudas como parapeto y las declaraciones encendidas como recurso, Romeo y Julieta despiertan… diseña un arco dramático lleno de ironía y verosimilitud, en el que goza de singular protagonismo la música escogida e interpretada por David San José (hijo de Ana Belén y Víctor Manuel).
Nota: Romeo y Julieta despiertan… estará en el interior del Teatro Español de Madrid, desde el 15 de abril al 4 de junio de 2023.
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