Norah Jones afina su piano

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Norah Jones intenta recuperar su pretérito musical, con Day Breaks (Blue Note Records).

El álbum, sexto en la carrera de la neoyorquina, discurre con vaporosidad por los cauces de un jazz híbrido, muchas veces disfrazado con pinceladas de soul y folk.

Entre los cortes incluidos, la versión del inolvidable Fleurette Africane (composición que en las manos de Duke Ellington alcanzó su máxima cotización sonora) demuestra que Norah posee excelentes guías creativas.

Norah Jones compuso gran parte del disco en el piano que tiene en la cocina de su casa

Pese a la publicidad engañosa de algunos medios de comunicación, la autora de Come Away With Me nunca fue una representante pura del jazz de sudorosos ambientes, y notas arrancadas a la amargura existencial.

Aunque en su base melódica se ubiquen algunos accesos de coqueteo con el género que inmortalizaron -entre otros- Duke Ellington y Ella Fitzgerald, Norah Jones siempre ha tirado por un palo más glamuroso y masificador que el de los maestros citados: un sendero que, en la voz de la singer de treinta y siete primaveras, se traduce en swing pensado para audiencias multitudinarias.

Por eso, los discos de Mrs. Jones suelen destilar un aroma de desconcierto, ya que entre sus pistas hay espacio para amores apasionados hacia a los clásicos paraísos del country, el folk, el jazz y el soul; convenientemente tamizados todos ellos por piruetas pop, muy bien enmascaradas tras la perfección técnica que despliega cada trabajo de la creadora nacida en la urbe de los rascacielos.

Day Breaks sigue en ese universo de la confusión necesaria, pero acondiciona su decorado mediante una concreción más cercana al popular Come Away With Me (obra de debut de Jones, con la que conquistó el mercado en 2002); lo que otorga al sexto disco de NJ un aura más auténtica, que la exhibida por el melifluo Little Broken Hearts (su anterior CD).

Norah Jones echa la vista atrás, para acercar su momento presente al vivido con “Come Away With Me”

Entre los nueve temas inéditos y los tres covers que completan el esperado compacto, la también actriz ocasional saca a pasear su timbre aguerrido, para sellar un puñado de interpretaciones convincentes; entre las que sobresalen los susurros de Fleurette Africane, las nostalgias medioambientales de Tragedy o la simpatía admiratoria de Don’t Be Denied.

NORAH JONES Y SU VISIÓN DE LOS CLÁSICOS

Según declaraciones de la propia cantautora, la inspiración para Day Breaks le vino dada de los escenarios enfervorecidos del jazz y el soul de los sesenta; y, en concreto, de la influencia siempre estimulante del gigantesco Les McCann.

Sin embargo, lo que ha surgido de esos sueños de calores flotantes es un producto mermado en gradación, y continuamente sujeto a los rigores de los discos materializados para gustar a un número elevado de oyentes. En definitiva, un elegante sucedáneo en clave de placebo jazzístico, en el que el piano de Norah incorpora de vez en cuando profundidades esbozadas por sentidas letras.

Norah Jones cambia demasiado su ADN con cada trabajo que saca al mercado

A lo largo de los doce cortes de los que consta el álbum es difícil imaginar los garitos cargados de impulsividad, con los que los genios del jazz sesentero inundaban cada noche los barrios norteamericanos.

Lo que queda suspendido en los surcos de Day Breaks es una mera apuesta por recuperar una esencia pretérita hecha jirones, a través de tracks de notable esfuerzo creativo como Tragedy, Burn o Sleeping Wild.

Jones juega en esta ocasión el papel de una artista que busca desde el primer tema toparse con la fuerza juvenil de aquel Come Away With Me; pero efectúa su retroceso empeñada en repetir sensaciones, más que en explorar caminos que -independientemente de la recepción mercadotécnica- la acerquen a lo que ella considera como realmente inspirador.

Ni siquiera la adopción de tres composiciones de trovadores de la desidia aguardentosa como Horace Silver (Peace), Duke Ellington (Fleurette Africane) y Neil Young (Don’t Be Denied) consigue bajar del pedestal del divismo a un CD que, no obstante, goza de instantes de brillantez bastante notables.

Tales intervalos de seducción melódica permiten presagiar que, si Norah sigue por la senda de potenciar sus habilidades instrumentales, quizá en un futuro próximo la cantautora neoyorquina pueda al fin elaborar obras dignas de pertenecer enteramente al jazz, al blues, al pop, al soul o al folk.

Lo único que le falta a la inteligente dama es decantarse por practicar un género con todas las consecuencias, sin fórmulas tramposas para activar las ventas posteriores de los álbumes resultantes.

Norah Jones actuará en Madrid, en el Palacio Municipal de Congresos, el próximo 18 de noviembre de 2016

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