Neil Jordan posee el crédito de una filmografía sobresaliente, que alcanzó sus mayores cotas de popularidad en los ochenta y noventa.
Películas como Juego de lágrimas (por la que ganó un Oscar al Mejor Guion Original, en 1993), la rocambolesca Entrevista con el vampiro o la asfixiante Mona Lisa avalan la trayectoria artística de este cineasta irlandés, que en los últimos tiempos se ha visto frenado en su ascenso a la gloria del séptimo arte, por obras tan tibias en cuanto a su calidad como Ondine y Byzantium.
Probablemente, el isleño haya perdido parte de su sagacidad escénica con el paso de las décadas, pero eso no quita para que Jordan no pueda volver a mostrar retazos de su antiguo esplendor a la mínima oportunidad.
Una de estas apuestas del natural de Rosse Point, por recuperar su crédito pretérito con la crítica y el público, la soporta sobre sus fotogramas La viuda (cuyo título original es Greta): una cinta que no hay que confundir con la homónima novela de Fiona Burton, y que narra la malsana relación amistosa de dos féminas con intereses contrapuestos. Una trama que sumerge su significancia en un laberinto de hechicerías legendarias.
Chloë Grace Moretz (Si decido quedarme) y la francesa Isabelle Huppert (Elle) son las protagonistas de esta atrayente obra, en la que las apariencias engañan continuamente; siempre prestas a metamorfosear las certezas mediante cambios sorpresivos de guion (volantazos argumentales ideados por Ray Wright y el propio Jordan).
NEIL JORDAN BUSCA UNA CAPERUCITA URBANA
Si en el largometraje En compañía de lobos, el responsable de la serie Los Borgia ponía en entredicho el mito de Caperucita Roja; Greta hace algo similar, aunque de una manera un poco menos anclada en la iconografía popular inspirada en el cuento internacionalizado por el autor francés Charles Perrault.
En La viuda, el papel de la pequeña con la cesta de alimentos para su abuelita vendría a ser el de la incauta Frances McCullen: una chica que se encuentra sola y perdida en la ciudad de Nueva York. Mientras que el lobo se trasmuta en la piel marmórea de la oscura Greta Hideg: una dura profesora de piano (Jordan recupera aquí parte de las sensaciones dejadas por Huppert, con su electrizante interpretación en La pianista), la cual hace creer a la confiada Frances que es como una madre para ella.
Los hilos de la dependencia psicológica, y el miedo que produce descubrir el abismo que se oculta en el pasado de una persona a la que aprecias, forman la tela de araña que atrapa a los espectadores de esta angustiosa movie: trampa con la que el cineasta irlandés pretende alcanzar el paraíso de los miedos ancestrales.
Frances y Greta captan el foco de atención con determinación y energía, para poner los rieles a un libreto concebido a través de sombras y nocturnidades. Un texto que recurre a las referencias infantiles de manera soterrada, y que desemboca en un abismo de inusitadas realidades.
Grace Moretz y Huppert son, por lo tanto, las máximas garantes de que funcione la puesta en escena diseñada por Neil Jordan para La viuda; y en la que también colaboran activamente Colm Feroe (Thor), Stephen Rea (actor fetiche para Jordan) y Maika Monroe (It Follows).