Moonlight, el largometraje dirigido por Barry Jenkins, batió a Manchester frente al mar y a La ciudad de las estrellas, en la gala de los premios otorgados por la National Society Film Critics. Una carrera hacia los Oscar, que la cinta confirmó anoche con la concesión del Globo de Oro a la Mejor Película, en la categoría de Drama.
El guion, basado en la pieza teatral In Moonlight Black Boys Look Blue (escrita por Tarell Alvin McCraney), narra la difícil existencia de un joven marginal llamado Chiron.
La movie llegará a las salas españolas el próximo 10 de febrero de 2017.
En Miami no siempre luce el sol; y, pese a los seductores pantanos, las sombras son capaces de encapsular a los habitantes menos favorecidos por el paraíso de la opulencia.
La urbe de las temperaturas extremas y de los cocodrilos como mascotas no regala coches de último modelo a todos los que ruedan por su agrietado asfalto, y las fiestas exclusivas tienen reservado el derecho de admisión a los que no pueden costearse el vacuo hedonismo de sus playas inmaculadas.
Chiron es uno de estos seres disfrazados de frustración, que ven el lujo y la diversión desde la barrera de la tristeza eterna. Este individuo nació en el templo de los puertos deportivos de USA, pero su existencia es muy distinta a la de los críos que se pasan la vida en campos de golf y en sesiones de rayos UVA. El interfecto ha tenido que lidiar desde su niñez con una madre adicta al crack, mientras su adolescencia estuvo marcada por la violencia callejera de los trapicheos con las sustancias del olvido mortal.
Estas costuras dramáticas son las que pulen la armadura de Moonlight, una película de dureza extrema, que no acepta paños calientes, y que ha puesto a su director (Barry Jenkins) en la órbita de los descubrimientos suculentos.
Los ingredientes utilizados por el responsable de Medicine for Melancholy no son especialmente novedosos, pero los críticos de USA han destacado -nada más estrenarse en los cines norteamericanos- la sinceridad con la que están horneados los planos, aparte de la rabia que escenifica la trayectoria a los infiernos del desolado Chiron.
MOONLIGHT MUESTRA EL LADO SATÁNICO DE MIAMI
Las calles por las que transitaban los detectives de Corrupción en Miami canibalizan el objetivo de la cámara con su desnudez delatora, como presagios constantes de la perdición humana que acontece en la pantalla.
Dentro de semejante decorado de descontento colectivo, Chiron empieza la trama en la piel de un niño maltratado (Alex Hibbert) por su progenitora. El pequeño tiene que observar, sin posibilidad de acción, cómo su madre es devorada por el crack y por el sexo sin control. Un ambiente que anima al chico a ingresar en las filas del tráfico de drogas, afiliado a la banda que dirige un capo llamado Juan (Mahershala Ali).
Por sus amargas experiencias de pantalón corto, Chiron se convierte en un adolescente adusto y agresivo (interpretado por el sorprendente Ashton Sanders). Él y su amigo Kevin (Jharrel Jerome) hacen de la venta de crack y demás sustancias dopantes su forma de vida, mientras tratan con enfermos de la ansiedad química, como Teresa (caracterizada por la cantante Janelle Monáe).
A partir de la encarecida juventud del protagonista, Jenkins viaja al período de adulto del mismo (Trevante Rhodes), transformado ya en un señor de la droga, sin mayores alicientes que los de mantenerse en el mercado de Atlanta, hasta que alguien más avispado que él le quite el sitio.
Directa y potente, Moonlight propone un paseo por el territorio de la bestia: un animal salvaje y reconocible, que afila sus garras en el interior de los que nunca gozaron de oportunidades para escoger un camino diferente al de la marginalidad.
