Mariana Enriquez se suele enfrentar a la página en blanco con un sinfín de historias en su cabeza, fermentadas en el nutritivo licor de la sabiduría popular y de un puñado de títulos de clásicos contrastes.
De Ernesto Sabato a Emily Brontë, descansando un rato en los agrestes paisajes de T. S. Eliot y las reflexiones fantásticas de Adolfo Bioy Casares; la escritora nacida en Buenos Aires ha diseñado un estilo propio y reconocible, que ha sabido aliñar en los márgenes agradecidos de los cuentos góticos.
Todas estas cualidades han licuado las páginas de Nuestra parte de noche (Anagrama), para dibujar un universo extraño y asfixiante, donde los personajes se mueven hacia destinos de pesadilla, inmersos en realidades que muestran la faz violenta y sanguínea de unos tiempos en descomposición.
Enriquez utiliza la visión coral de varias de las personas que componen la acción del libro, como si se tratara de un caleidoscopio sincronizado con las frases: un juego de múltiples espejos en movimiento, a través de los cuales el decorado se transforma, y da como resultado un compendio de escenas goyescas de tenebrismo agresivo y cegador.
“Creo que perdemos la inmortalidad porque la resistencia a la muerte no ha evolucionado; sus perfeccionamientos insisten en la primera idea, rudimentaria: retener vivo todo el cuerpo. Solo habría que buscar la conservación de lo que interesa a la conciencia“. Esta sentencia de Adolfo Bioy Casares prologa el texto de Enriquez, y abre la puerta a la huida constante que entroniza la trama central.
MARIANA ENRIQUEZ TINTA DE OSCURO LA ATMÓSFERA
La tendencia a acumular épocas distintas hace de Nuestra parte de la noche una travesía agobiante e hipnotizadora.
El argumento arranca en la Argentina de 1981, cuando un hombre llamado Juan planea una peligrosa escapada con su hijo Gaspar. La tragedia se masca en los pensamientos y acciones de este individuo, para quien el paisaje que atisba desde su coche se torna en estremecedoras postales desde el filo, tomadas en un abismo insondable. Un infierno, que posteriormente es identificado con la Orden: una sociedad secreta, cuyos torturados videntes contactan con la Oscuridad, para alcanzar la vida eterna.
Durante esa odisea por el asfalto, de Buenos Aires a las cataratas de Iguazú, los osarios de la dictadura militar toman un protagonismo macabro, ocultos en albergues de mortandad colectiva y deshumanizada; y sitúan la narración en unos límites de realidad espectral, que compite en horror con la parte más lovecraftiana del relato.
Tras pernoctar en este país, comandado por la locura psicópata de sus gobernantes golpistas, y recompuesto de su desidia homicida por la ansiada democracia; Enriquez traslada a los lectores al Londres de los años sesenta, donde la entonces joven madre de Gaspar conoce a un misterioso tipo, llamado David, con el que mantiene una tórrida relación sentimental.
Laberintos de confusión humana, suicidios mentales ante la imposibilidad de mostrar actitudes desafiantes contra la autodestrucción, crímenes cruentos, sueños surgidos de las fauces diabólicas de la sinrazón, rituales satánicos y sexualidades desgarradas por bestiales fetichismos… Tales ingredientes conjugan sus respectivas esencias, para conformar un banquete tan enigmático como atrayente, titulado Nuestra parte de noche.
Nota.- Nuestra parte de noche (Anagrama) fue la obra ganadora en el 37 Premio Herralde de Novela 2019.
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