La rebeldía antisistema ocupa el Victoria & Albert Museum

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"Grace Jones in a maternity dress", designed by Jean-Paul Goude and Antonio Lopez, 1979 © Jean-Paul Goude

Entre 1970 y 1990 el mundo estaba casi literalmente en llamas. El academicismo intelectual de movimientos más tradicionalistas dejó paso a la anarquía, a la eliminación de barreras conceptuales entre las distintas variantes plásticas, a la composición de barricadas emocionales en las que los bastiones de lo absurdo y la resistencia de índole consumista tomaron las riendas del poder, normalmente mediado por la moda más alternativa y excéntrica. Eran tiempos de punk metalero y latas de Coca-Cola protagonizando lienzos; de peinados enlacados y euforia sinfónica de sonidos experimentales y electrónicos. En definitiva, era vida a ritmo de pinceladas, fogonazos, celuloides malditos y serigrafías destronando a los cuadros en gran formato en las salas de subastas y galerías.

Hans Hollein, "Façade from Strada Novissima, The Presence of the Past", 1980. Biennale of Architecture, Venice

A esos años de locura y pasión, ritmo y violencia creativa, es a los que rinde tributo y memoria el prestigioso Victoria & Albert Museum de Londres; en una muestra titulada Postmodernism: Style and Subversion, que copará la actualidad expositiva del centro de la urbe del Támesis desde el 24 de septiembre hasta el próximo 15 de enero de 2012.

Una pieza de simbolismo evidente es como el eje central o la ansiada piedra roseta de una exhibición que se gesta en función de la diversidad y la concepción multicultural. Esa puerta abierta hacia el camino de la insumisión colectiva, que supuso el Arte a partir de 1970, está representada por la impresionante fachada creada por Hans Hollein para la Bienal de Venecia de 1980, y cuyo título es el de La Strada Novissima. La recreación a escala de tan prestigiosa construcción se puede observar en el laberinto sensible planteado por el V&A, y en ella queda reflejada la ruptura iconográfica en la que estuvieron inmersos maestros tan reconocidos internacionalmente como los valorados Francis Bacon y Andy Warhol.

Ron Arad, "Concrete Stereo", 1983. Stereo system set in concrete

De 1970 a 1990, la música se fundió con lo cinematográfico, la pintura hizo un pacto demoniaco con las grandes superficies del consumismo, y la asunción de las posturas libertarias acampó sin sonrojo por el backstage de pasarelas vip y famoseo de postín. Publicaciones tan señeras como la excelente y ecléctica Domus (toda una declaración de intenciones desde el punto de vista del diseño editorial) daban las normas escritas a fuego para convertirse en alguien dentro del postmodernismo, corriente que se llegó a definir como una especie de acción incontrolable de ruptura de los espejos del pasado.

Martine Bedin (for Memphis), "Super lamp prototype", 1981. Painted metal with lighting components

Fragmentación frente a unión, desorden y caos contra uniformidad, y resistencia a la autoridad añeja a base complejidad y contradicción; estas eran las coordenadas de un manifiesto figurado que asumieron para sí gente tan distinta como el cineasta Ridley Scott (la película Blade Runner es uno de los iconos para la generación que marcó la pauta en esos tiempos de tachuelas y sedas saturadas de cromatismo), la musa multiusos Grace Jones o los irrepetibles New Order.

i-D, no 28. The Art Issue, August 1985. Styled by William Faulkner, design by Terry Jones, photograph by Nick Knight, featuring Lizzy Tear

La simplicidad fue desterrada del diccionario postmodernista, en su intención por abrir las ventanas hacia un nuevo mundo inexplorado, en el que la ciencia y la tecnología entraban a formar parte -en simbiosis indisociable- del humanismo ideológico; un universo fibroso donde la pluralidad de ideas se conjugaba con la divinización del consumismo y de la necesidad de brillar en el mundo durante al menos en un lapso calculado de “15 minutos” en el arco existencial de cada hombre, mujer y niño.

Andy Warhol, "Dollar Sign", 1981. Synthetic polymer paints and silk-screen inks on canvas. Private collection. Photograph Christie’s Images 2011 © The Andy Warhol Foundation for the Visual Arts

Recordar esos veinte años de acción trepidante en todos los órdenes es como darse un paseo por lo más florido del Free Cinema y estrechar la mano de Tony Richardson, asistir en primera fila a la orquestación underground del camp, consignar los inicios de la etiqueta indie, abanderar la vanagloria de los excesos voluntarios en cualquier temática, bautizar con botellas de cava el nacimiento de lo trash, y caminar con soltura por el oxidado filo del apocalipsis urbano; siempre con cuidado de no hundirse demasiado en el infierno de los fashion zombies.

Al final, los que vivieron esa época en la piel de la bohemia artística suelen comentar que les venció su propio éxito. En definitiva, debe ser lo mismo perecer por el silencio y el olvido, que por las alabanzas continuas y la persecución infatigable de la eternidad. Sin embargo, lo que el polvo temporal no ha podido impedir es que, por unos meses, los postmodernistas presuman como antaño de ser las estrellas mediáticas más inalcanzables; y encima en una ciudad tan cosmopolita como Londres. Es como si la naturaleza de sus preceptos formativos cobrara significado nuevamente en este siglo XXI.

'Untitled (Joe)', charcoal and pencil on paper by Robert Longo, from the 'Men in the City' series, 1981

Más información, entradas y horarios en http://www.vam.ac.uk

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