John Boyne vuelve al pasado

El novelista dublinés recupera algunos de los personajes del bestseller "El niño con el pijama de rayas", en "Todas las piezas rotas" (Salamandra): una esperada secuela de la emotiva historia de Bruno, donde la protagonista es la hermana del pequeño que acompañó a su amigo judío a las cámaras de gas, en el campo de exterminio de Auschwitz.
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John Boyne salta del pasado al presente, en “Todas las piezas rotas”

John Boyne alcanzó el punto álgido de su carrera mediática tras la publicación, en 2006, de El niño con el pijama de rayas (Salamandra). Este célebre libro estaba configurado como un cuento macabro, ambientado en el infernal campo de exterminio de Auschwitz. Una narración impregnada por la emotiva ingenuidad de un protagonista ajeno a la masacre provocada por el genocidio perpetrado por los nazis, el cual creía que un inesperado amigo con un pijama a rayas le invitaba a jugar al otro lado de la alambrada que separaba los destinos de ambos.

Casi veinte años después del éxito abrumador de El niño con el pijama de rayas, John Boyne recupera en parte su obra más famosa, en Todas las piezas rotas (Salamandra): la segunda entrega de ese texto de inusitada fuerza dramática y sensibilidad palpable, el cual dio pie incluso para una película dirigida en 2008 por Mark Herman; aunque el guion del citado film quedó un tanto huérfano del misterioso juego desplegado por la novela, montado en torno al universo del pequeño Bruno Fernsby.

El tiempo transcurrido entre ambas partes ha hecho también mella en el estilo y la prosa del creador irlandés. Ahora, con poco más de cincuenta años, JB ya no se refugia en la narrativa clara y precisa de El niño con el pijama de rayas, sino que escoge un tipo de escritura más acerada y reflexiva, no tan directa y sincera como la de su precedente literario.

“Todas las piezas rotas” desarrolla la trama entre París y Londres

Todas las piezas rotas parece estar concebida como un figurado mosaico de naturalezas diversas, en el que siempre está presente el fantasma de la Segunda Guerra Mundial, y donde ejerce una influencia notable la culpa de los que fueron partícipes, con su silencio cómplice, de las atrocidades cometidas por el Tercer Reich. Boyne dirige su mirada -nunca en calidad de juez moral- hacia la psique de Gretel: la hija del oficial que ejercía su autoridad en Auschwitz. Una mujer que se niega a enfrentarse al terrible hecho de que su padre era un monstruo sin conciencia ni humanidad.

La pregunta que pivota por cada una de las páginas del libro, y que amarga a la entonces niña, estriba en si la consanguineidad con alguien así la convertía también a ella en un ser execrable, destinado al escarnio por el resto de sus congéneres. Si es así, entonces lo mejor es huir; que es lo que hace a lo largo de su existencia.

JOHN BOYNE NO APORTA SOLUCIONES FÁCILES, SINO EXPERIENCIAS REDENTORAS

La acción de Todas las piezas rotas está bifurcada en dos momentos diferentes del tiempo, y en dos ciudades distintas. El Londres pospandémico de 2022 y el París demacrado de 1946 son los escenarios por los que transitan los fantasmas de los que intenta huir Gretel Fernsby, después del final de la guerra y de la muerte de su hermano Bruno.

No obstante, John Boyne decide comenzar la narración en 2022, cuando la protagonista es una anciana de noventa y un años. Residente en Londres, la mujer se topa un día con unos nuevos vecinos en su edificio, los cuales tienen un hijo pequeño. Las peleas del matrimonio llevan a la dama teutónica a proteger al crío, como si esto valiera para pedir perdón por el silencio mantenido a lo largo de interminables décadas de soledad voluntaria, y la ayudara a promulgar un juicio de condena por los horribles acontecimientos ocurridos en Auschwitz.

John Boyne no ha recurrido al mismo estilo narrativo que el usado en “El niño con el pijama de rayas”

Según el propio autor isleño, en su cabeza siempre estuvo la idea de contar qué sucedió con algunos de los personajes de El niño con el pijama de rayas, como los padres de Gretel y el cruel y salvaje teniente Kotler. Pero igualmente estaba el interés de acercarse a los pensamientos de los alemanes que participaron en cierta manera de la desidia psicótica de los nazis.

El escritor dublinés retrata el profundo desconcierto y la vergüenza que siente la protagonista a través de la ingeniosa fórmula de la escapada constante de sí misma; y lo hace primero desde la perspectiva de la incapacidad de la joven para superar semejante infierno interno que quema sus días, al reconocer que su propio padre era uno de los principales genocidas. La chica somete su nueva y destrozada realidad en el París carcomido por los escombros, siempre pendiente de callar su pasado familiar y la identidad de su progenitor.

Semejante actitud convierte Todas las piezas rotas en una especie de guía sobre la destrucción programada de un árbol genealógico deshumanizado. Un cuaderno de viaje en el que se impone la necesidad de remediar el tremendo silencio que atenazó la culpabilidad de los que asistieron impasibles a los asesinatos de las hordas de Adolf Hitler.

Más información en

https://www.penguinlibros.com/es/11942-salamandra

 

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