Joaquin Phoenix ha afilado un sentido especial para introducirse en las entrañas de cada personaje que moldea con su especial técnica psicológica, capaz de sacar al exterior los demonios más ocultos de los roles que le encargan caracterizar. Unas veces, las revelaciones solo afectan al ámbito individual de los tipos que el actor de En la cuerda floja estruja emocionalmente; pero, en otras ocasiones, las proporciones de las sombras adquieren extensiones titánicas y planetarias.
Dentro de los seres poderosos y laberínticos que Joaquin Phoenix expone con todas sus contradicciones y vulnerabilidades, el del ajacciense Napoleón Bonaparte supone un hito en la carrera del intérprete estadounidense. Una oportunidad para jugar con los miedos y recelos de un hombre que ascendió rápidamente en el escalafón militar por sus propios méritos, y que acabó dominando el mundo con su excepcional talento para la estrategia en el campo de batalla.
Después de numerosos avatares para poner en marcha el proyecto, Ridley Scott ha logrado al fin orquestar su película en torno a la figura del vencedor de la batalla de Austerlitz, y eso que el film estuvo a punto de quedar en suspenso de manera indefinida, marcado por la clausura del contrato que la productora del cineasta de Blade Runner tenía con la 20th Century Fox. No obstante, el apoyo de Apple Studios consiguió reflotar la ambiciosa aventura en formato de celuloide, gestionada a través del guion escrito por David Scarpa (Todo el dinero del mundo).
Aunque, con el cambio de la empresa valedora, Scott también tuvo que recuperarse de la pérdida de la actriz que inicialmente iba a encarnar a la singular Josefina. En primera instancia, la conocida Jodie Comer (con la que RS había trabajado en El último duelo) era la elegida para meterse en la nacarada piel de la esposa de Napoleón, pero la británica tuvo que bajarse del proyecto, antes de que las cámaras comenzaran a rodar. Tal revés fue solventado cuando el responsable de Alien encontró a la londinense Vanessa Kirby (The Son): una sustituta perfecta a nivel físico de la estrella de Killing Eve. Con la bienvenida de Kirby, la película dejó de llamarse Kitbag, para adquirir el título de Napoleon.
JOAQUIN PHOENIX YA CABALGA SOBRE MARENGO
Según las entrevistas concedidas por Ridley Scott, Napoleón centra su evolución dramática en los vaivenes sentimentales y afectivos de la relación entre Bonaparte y Josefina. Como si fueran Henry II y Leonor de Aquitania, el amor del emperador y su inteligente esposa ilustra las seis grandes batallas que escenifica la película. “Napoleón conquistó el mundo para intentar ganar el amor de Josefina; y, cuando no consiguió su propósito inicial, lo conquistó para destruirla, y para destruirse a sí mismo en el proceso“, ha confesado Scott a diferentes medios de comunicación, en las ocasiones en las que ha hablado de este proyecto.
Tal pasión desatada se manifiesta de manera intensa a través de las miradas profundas y enloquecidas de Joaquin Phoenix, quien recrea a Napoleón desde su ascenso en su carrera castrense hasta su caída como emperador, siempre con la imagen de Josefina en la mente. Y eso a pesar de las numerosas mujeres que jalonaron la existencia del militar, tan determinantes en momentos puntuales de su vida como la dulce Desirée, la elegante María Walewska o la bella actriz Georgina.
Sin embargo, y con independencia de la perspectiva humana explotada por Scott y Scarpa, uno de los fallos más notables del libreto estriba en las huellas biográficas de los personajes principales. A tenor de los documentos históricos, Napoleón era seis años menor que Josefina (quien accedió a casarse con el oficial corso tras la muerte en la guillotina de su primer marido); algo que no ha impedido a RS elegir a un Napoleón catorce “tacos” mayor que su Josefina en el film (Phoenix nació en 1974, mientras que Vanessa Kirby lo hizo en 1988). Un dato que los responsables de la película deberían intentar ocultar a base de maquillajes convincentes.
Dentro de la publicidad ofrecida por Apple Studios y Scott Free Productions, Napoleón se erige como la única movie que contiene seis de las batallas más llamativas en las que se embarcó el mandatario nacido en Ajaccio en 1769. Toda una proeza audiovisual, que hasta la fecha solo había sido efectuada en la pantalla grande de manera troceada, en títulos tan recordados como Austerlitz (Abel Gance, 1960) y Waterloo (Sergey Bondarchuk, 1970).
Además de la amplitud del contexto de las guerras napoleónicas, un apunte de relevancia a la hora de valorar la esperada obra de Ridley Scott y el trabajo de Joaquin Phoenix se encuentra en las más que probables comparaciones con los actores que han encarnado a Napoleón Bonaparte, en largometrajes y series de televisión precedentes. Entre los más sobresalientes en semejante tarea se hallan el inmenso Marlon Brando, en la romántica cinta Desirée (Henry Koster, 1954); el camaleónico Christian Clavier, en la serie Napoleón, de 2002; el flemático Kenneth Haigh, en Águila enjaulada, de Fielder Cook; el efectista David Suchet, en Sabotage! de Esteban y José Miguel Ibarretxe; y el británico y simplemente perfecto Ian Holm, en Napoleón y el amor, Mi Napoleón y Los héroes del tiempo. Habrá que esperar para incorporar en la lista a Phoenix, junto al adjetivo más adecuado para calificar su caracterización.