Hugh Hudson y Carlos Saura

El pasado diez de febrero, estos dos directores de cine fallecieron, dejando tras de sí sendas filmografías trufadas de títulos determinantes en la historia del séptimo arte. El londinense Hugh Hudson y el oscense Carlos Saura coincidieron ligeramente en la manera de concebir la experiencia fílmica como un mosaico sobre el que plasmar emociones diversas, elaboradas por la pasión de ambos hacia las imágenes sugerentes y los mensajes permanentes.
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Hugh Hudson alcanzó su mayor fama tras el éxito de “Carros de fuego”

Hugh Hudson y Carlos Saura hornearon a lo largo de sus décadas profesionales un puñado de obras irreductibles, que siempre permanecerán en el ideario colectivo de los espectadores de cualquier edad y nacionalidad. Carros de fuego, Cría cuervos, ¡Ay, Carmela!, Greystoke, Revolución, Ana y los lobos…. Las producciones firmadas por el cineasta británico y el español son distintas en su concepción cultural y técnica, pero guardan entre sí el apasionante lazo de los lenguajes atrayentes, nutridos por fotogramas de elevada capacidad creativa y sensitiva.

La trágica causalidad ha hecho que tanto Hudson como Saura fallecieran ambos el pasado 10 de febrero, uno en el Hospital de Charing Cross de Londres, y el otro en Madrid. Un triste día para todos los amantes de la linterna mágica devenida en espectáculo; los mismos que recuerdan las escenas como retazos de vidas experimentadas a través de bucles agradecidos, hipnotizados por las invisibles mirillas que impulsaban la curiosidad hacia los universos ilustrados de los dos cineastas europeos.

Hugh Hudson era un hombre de fuertes concepciones audiovisuales. Mucho antes de alcanzar el éxito en las salas de exhibición, con Carros de fuego, ya se dedicaba a la realización de anuncios comerciales y cortos de notable factura creativa. Sin embargo no fue hasta 1981, con la citada oda deportiva titulada Carros de fuego, cuando HH empezó a llamar la atención de los grandes estudios. Los cuatro premios Oscar que cosechó la cinta en 1982 otorgaron al capitalino las mieles de un reconocimiento elevado, favorecido por la envolvente banda sonora de Vangelis y las inolvidables interpretaciones del elenco actoral, encabezado por los convincentes Ian Charleson y Ben Cross (entre los secundarios, siempre quedará en la memoria la eléctrica caracterización de Ian Holm, como entrenador comprensivo y amigable).

Hugh Hudson fue el responsable también de la excelente “Greystoke”

Después de Carros de fuego, Hudson volvió a impresionar al público con Greystoke: La leyenda de Tarzán, el rey de los monos (1984). Esta sentida aproximación al personaje creado por el novelista Edgar Rice Burroughs contó con la peculiar sensibilidad audiovisual de HH, quien logró una secuencia tan increíblemente humana como la de lord Greystoke transmitiendo su comprensión y amargura a un gorila perseguido en el zoo de la capital de Reino Unido, y que finalmente es abatido por unos seres agresivos y ajenos al respeto de los hábitats naturales, los cuales se consideraban a sí mismo como civilizados.

Entre las grandezas de Greystoke está también el profundo homenaje que la movie ofrece al magistral Sir Ralph Richardson, quien ejecutó su último trabajo como actor, tras morir poco después de terminar el rodaje.

Greystoke y Carros de fuego son los dos mejores ejemplos del talento de Hugh Hudson como director, ya que nunca más volvió a alcanzar semejantes cotas de inspiración. Revolución (1985), Soñé con África (2000) y Altamira (2016) quedan bastante lejos de las mencionadas obras, pero conservan entre sus fotogramas parte de la llama activa de este artesano de la imagen en movimiento.

HUGH HUDSON Y CARLOS SAURA FORMAN PARTE DE UNA MANERA DE HACER CINE ORIGINAL E HIPNÓTICA

A poco de serle concedido el Goya de Honor por la Academia de Cine Española, Carlos Saura falleció por causa de una insuficiencia respiratoria. Las cincuenta y una películas que conforman el currículo de este apasionado del arte de los hermanos Lumière (se mantuvo en activo hasta casi el final de su vida, como Jean-Luc Godard y otros maestros incansables) muestran un cosmos variado de temáticas y aproximaciones a la condición humana. Un ingrediente moldeable y versátil, que ha estado presente en las obras de Saura hasta en sus últimos títulos.

“!Ay, Carmela¡” es una de las películas más premiadas de Carlos Saura

El 7º día (2014), Buñuel y la mesa del rey Salomón (2001), Goya en Burdeos (1998), Tango (1998), Pajarico (1997), ¡Ay, Carmela! (1990), El amor brujo (1986), Bodas de sangre (1981), Deprisa, deprisa (1981), Mamá cumple cien años (1979), Cría cuervos (1976), Ana y los lobos (1973), Peppermint frappé (1967), La caza (1966), Los golfos (1960)… Los films de Saura ponen frente a los espectadores la faz de una España más madrastra que madre, abierta en canal por las contradicciones y las numerosas injusticias sentimentales y sociales en las que se ha desmembrado constantemente la tierra de Cervantes y Velázquez.

El cine del responsable de la onírica Iberia (2005) versa sobre la libertad en un sentido pleno y no vacuo (se recomienda desterrar las alusiones vergonzantes a esta palabra, con que Isabel Díaz Ayuso enarboló su delirante campaña para alcanzar la presidencia de la Comunidad de Madrid), siempre al lado de los menos afortunados en el devenir de las riquezas capitalistas, y en eterno compromiso con radiografiar la crueldad de un pueblo impedido para extender los bálsamos de la ternura y el entendimiento.

Hugh Hudson y Carlos Saura extendieron su talento audiovisual por mundos alejados en su formulación autoral, pero estaban unidos por una similar cruzada, estimulados por la obsesión de encontrar sendas efectivas para la expresión fílmica.

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