Houellebecq sube la serotonina

El escritor francés presenta "Serotonina" (Editorial Anagrama): un texto amparado en el pesimismo existencial y la depresión colectiva, con el que recorre la desalentadora realidad de un hombre en estado de degradación.
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Houellebecq comienza la novela con una extraña defensa del turismo en la época de Franco

Houellebecq se ha convertido -obra a obra- en una especie de explotador del salvajismo discursivo, en la línea de Louis-Ferdinand Céline; debido sobre todo a las posturas agresivas que el autor de Las partículas elementales mantiene con respecto a la sociedad de su tiempo.

Para Michel H., el pesimismo medioambiental y sin salida -inspirado ligeramente en muchas de las tesis de Arthur Schopenhauer– supone la medicina de la sinceridad, en una época en la que el hombre de a pie se encuentra agobiado por el continuo ataque de las fuerzas del exterior, que tienden a aniquilar la existencia de los ciudadanos anónimos.

Tales espectros de la realidad descuartizada por los comportamientos suicidas vuelven a protagonizar el último trabajo del creador de Plataforma: un texto sin posibilidad de resguardo e indiferencia, titulado Serotonina (Editorial Anagrama), en el que Houellebecq arremete contra cualquier tabla de salvación; a no ser que esta sea la del amor sin tapujos: bestial y aniquilador, incluso.

Houellebecq dibuja la Francia de los chalecos amarillos, en la trama de “Serotonina”

La voz atormentada del ex trabajador ministerial Florent-Claude Labrouste sirve de guía al narrador nacido en Saint-Pierre, para introducir al lector en un paisaje deformado por la desafección de los individuos que lo habitan. Un escenario carcomido por la desesperanza; donde los personajes forman un teatro de guiñol violento y amortajado, en el que el odio hacia lo perdido reboza las palabras con pólvora maloliente y destructora.

HOUELLEBECQ Y SU ARSENAL DE PROVOCACIONES

Serotonina comienza su discurso con un viaje a Almería: lugar al que acude el protagonista, para disfrutar de unas vacaciones de desparrame nihilista y sexual. Allí, Florent-Claude llega a proclamar una defensa de la figura del dictador Francisco Franco; al que describe como impulsor del turismo en el país de la Piel de Toro. Unas reflexiones que solo tienen cierta explicación desde la pantomima satírica, y que exhiben el nulo calado analítico e histórico de las mismas.

Tal postura, de polémica y voluntaria asunción, hunde el texto en un laberinto de descarnadas situaciones; en las que hay espacio para la acumulación de prácticas sexuales aberrantes, mensajes xenófobos, posicionamientos un tanto alejados de la igualdad de géneros, maniqueísmo desconcertante, y revelaciones aceradas contra organismos supranacionales como La Unión Europea.

Houellebecq ocupó recientemente los espacios informativos por su defensa de Donald Trump

Los mensajes confeccionados por Houellebecq se metamorfosean en estiletes, que hieren seriamente los pilares de la concordia social, y que rasgan la epidermis de las libertades fundamentales con consignas en plan kamikaze, abonadas al olvido y la desaparición.

En ese estado de perpetua alienación es en el que se encuentra Florent-Claude Labrouste, al que el médico receta un fármaco llamado Captorix, con el que subir su nivel de serotonina (hormona que aumenta el grado de autoestima).

Sin embargo, la depresión de este tipo va más allá de las soluciones químicas; ya que tiene sus raíces en el fracaso amoroso y afectivo, la incapacidad para desarrollar un plan de subsistencia, la constante incorrección de sus acciones, y el infierno que supone para él una Francia que niega cualquier posibilidad de regeneración a los desahuciados por la crisis.

Así lo ve Houellebecq en su universo caótico, para quien Dios permanece en voluntario silencio; en espera de que la claudicación ante la desintegración social sacie sus accesos de tristeza eterna.

Nota.- Serotonina saldrá a la venta, en España, el próximo 4 de enero de 2019.

Más información en

https://www.anagrama-ed.es

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