Expediente Warren, la saga iniciada hace tres años por los responsables de Insidious, continua con sus casos de posesiones y espíritus demoníacos. El malasio James Wan dirige esta segunda entrega del filme que supuso el debut en la pantalla grande de la temible muñeca Annabellle, y que vuelven a protagonizar Vera Farmiga y Patrick Wilson.
Hay algo en las películas de terror que anima a la gente a disfrutar con los sustos a lomos de una butaca convenientemente mullida. Una necesidad de pasar miedo que, cuando se combina con el Más Allá y los diablos ocultos tras sombras amenazantes, adquiere dimensiones de dependencia más que notables; sobre todo si el producto resultante está pasado por el tamiz de clásicos del género, tales como El exorcista y Fenómenos extraños.
Expediente Warren 2 reúne en su argumento la mayoría de esos elementos, que tanto enganchan al personal. Ingredientes diversos que suelen materializarse en forma de caserones silenciosos, puertas que chirrían, súcubos e íncubos de apariencia desconcertante, voces siniestras, sillas y platos que se mueven solos, niños que levitan… En definitiva, un aquelarre típico para una horror movie, en la que los gritos en la noche suelen ser más de mil.
Con semejantes hilos, James Wan y su equipo de colaboradores montan una historia que está basada ligeramente en un caso aparentemente real, ocurrido en la localidad inglesa de Enfield, entre 1977 y 1979. Una trama de espectrales conjuras donde Lorraine y Ed Warren deberán emplearse a fondo, si quieren rescatar a la niña que padece el maltrato de un fantasma empeñado en vivir dentro del cuerpo de la pequeña.
EXPEDIENTE WARREN 2 Y SU OBSESIÓN POR LO VEROSÍMIL
Como en la entrega precedente, los autores de esta secuela ofrecen al espectador una serie de documentación gráfica y audiovisual sobre el increíble caso que acontece en la sala de proyección, y al que visten con los ropajes de los hechos tomados de un pasado constatable. Táctica con la que JW logra llevar los sustos a un espacio mucho más tenebroso del habitual: el del mundo de las percepciones cotidianas.
En ese territorio es donde el argumento obtiene su mayor fuerza: como testimonio sorprendente de lo que sucede en las fronteras que escapan al entendimiento humano, y que juega sin complejo con el subconsciente de las creencias. Lugar que los protagonistas, los parapsicólogos Lorraine y Ed Warren, conocen a la perfección, y en el que se mueven como peces en las aguas del peligro eterno.
Esta pareja de investigadores -especializada en fantasmas espeluznantes y maldiciones heladoras- está decidida desde el primer episodio (estrenado 2013) a poner tregua a los fenómenos poltergeist sea como sea: sucesos que en los años setenta eran casi tan comunes como las patillas a lo Curro Jiménez y los pantalones a lo Tubular Bells.
Ante el objetivo de cumplir su misión en la Tierra, el dueto no pone pegas a los desplazamientos geográficos; por lo que aceptan el encargo de viajar al norte de Reino Unido, a una localidad llamada Enfield, donde los ghosts hacen de las suyas. Al parecer, en esa zona, una madre soltera y sus hijas reciben la visita indeseable de una presencia procedente de los abismos infernales. Todo un reto para los héroes de lo invisible.
Los norteamericanos Patrick Wilson y Vera Farmiga repiten experiencia en la piel de Ed y Lorraine Warren. Un encabezamiento artístico de garantía al que Wan suma también la presencia, entre otros, de la alemana Franka Potente (como la escéptica científica Anita Gregory), la británica Frances O’Connor y la joven Madison Wolfe.
Expediente Warren 2 alcanzará las salas españolas el próximo 17 de junio. Espera que los aficionados anhelan ver consumida rápidamente, aunque solo sea para contemplar la mirada psicótica de la inquietante Annabelle (breve bocado para la secuela de su sonado spin-off, que ya está en proceso de rodaje).
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