Bob Dylan afila su perfil romántico

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Bob Dylan encadena treinta temas clásicos de compositores estadounidenses, en un álbum que lleva por título Triplicate (Columbia Records).

El autor de Mr. Tambourine Man pone a prueba su peculiar voz y su estilo desarraigado para versionar letras elaboradas por Irving Berlin, Arthur Schwartz, Howard Dietz y Johnny Mercer, entre otros.

A lo largo de los tres compactos suenan canciones tan conocidas como Stardust, How Deep Is the Ocean, Sentimental Journey y I Could Have Told You.

Bob Dylan saca del armario una colección de songs antológicas

Cuando en 2016 la Academia Sueca otorgó el Nobel de Literatura a Robert Allen Zimmerman, una corriente de aire envolvió la música popular: vientos inesperados que elevaron a los trovadores modernos a la categoría de ilustres poetas del siglo XXI. Hasta entonces, las palabras acompañadas de notas y melodías eran como mucho acordes productores de recuerdos en la memoria de los seres humanos, sin por ello comportar el beneplácito de las intelectualidades de postín.

Debido a esa característica asumida durante centurias, y pese a que la gran mayoría de los terrícolas se extrañaron de la actitud de Bob Dylan al recibir la noticia del galardón, el comportamiento del autor de Like a Rolling Stone dejó muy claro que los propósitos de la lírica de recital tienen su sentido y vigencia con el sudor empapando el escenario, la saliva humeante en el micrófono, la vida derramada en los ripios, y los rastrojos de libertad esquilmados a los asfaltos presurosos. Nada que ver con los discursos opulentos ubicados en ceremonias mediáticas, más propias de artistas y científicos de otra índole y formación.

Bob Dylan ha editado “Triplicate” en varios formatos

Los versos del creador de Blowin’ in the Wind adquieren su fisonomía en los paisajes acondicionares de las protestas callejeras, las carreras meteóricas contra los poderes establecidos, las batallas de barricada y los mensajes de revoluciones de vanguardia.

Pero poco de eso se puede localizar en el trigésimo octavo álbum de estudio del otrora chaval de Duluth, bautizado intencionadamente Triplicate.

Como si se tratara de una trilogía a modo de serenata nostálgica, el cantautor de Minnesota entrega el protagonismo a compañeros de sintonías de inmortalidad literal; los cuales vuelven a experimentar el dulce aroma de las ovaciones de campaña, al calor del timbre adormecido y aguerrido del Dylan de siempre.

BOB DYLAN SE PASEA POR LA HISTORIA DE LA MÚSICA DE USA

Tras escuchar las tres piezas del último disco del norteamericano queda claro que el espíritu de los crooners no reside en la piel camaleónica del antiguo componente de los Traveling Wilburys. En la garganta de BD, las sinuosidades de cortes tan estimados como Stardust (se echa de menos a Nat King Cole), Once Upon A Time o Trade Winds quedan aplacadas por el tono pegajoso de un folk añejo, sin escalas suficientes para enfocar el dramatismo épico de las citadas songs.

Un mal que se aprecia notablemente en la versión light del obligatoriamente apasionado Stormy Weather, o en la ambigua elegancia exhibida en I Could Have Told You.

Bob Dylan no tiene previsto visitar España con su gira

Dylan lleva la totalidad de proteicos tracks a su universo singular de costumbrismo puntilloso y descolorido; y los envuelve con un ropaje defectuoso de gorgoritos desmitificadores, muchas veces etiquetados subliminalmente dentro de la falsedad circundante.

Esto hace que Triplicate sea percibido como un trabajo desconcertante, en donde el genio creativo de los maestros reunidos está supeditado a estilos que Zimmerman no maneja con soltura, y que contribuye a deformar irremediablemente con sus accesos de estrella de las ondas.

Bajo tales premisas, ni la primera parte (titulada Til The Sun Goes Down), ni la segunda (Devil Dolls), ni la tercera (Comin’ Home Late) consiguen aclarar la publicitada conexión argumental, concebida por Dylan y el productor Jack Frost como hilo conductor invisible para viajar por la obra.

Sensaciones decepcionantes que desembocan en un mar revuelto de ideas malversadas, las cuales quedan exhibidas en los terrenos agrestes de la indefinición, afectadas por las cuerdas desafinadas del músico de Forever Young.

Bob Dylan es incapaz de sumarse al club de los grandes crooners

 

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