Birdy emula a Fleetwood Mac cuando estos cantaban el tema Sweet Little Lies. La teenager nacida en Lymington escoge el título de Beautiful Lies (Atlantic Records UK) para bautizar el tercer disco de su aún breve carrera en el mundo de la música. Un trabajo compuesto por catorce temas, en el que hay una presencia oriental que remite a la inspiración de la mítica Kate Bush.
Un halo de misticismo pretendido persigue la sombra mediática de esta joven, alumbrada en el seno familiar del actor Dirk Bogarde (el recordado intérprete de Providence era su tío abuelo). Quizá, haber venido a la Tierra arropada por un clan de artistas (la madre de la cantautora de Hampshire es la pianista Sophie Patricia) ha sido un detonante para que la gachí de diecinueve años (cumplirá 20 en mayo) sintiera desde muy pequeña que la creación era el camino profesional a seguir.
Así, con ese anhelo bastante comprensible, Jasmine Lucilla Elizabeth Jennifer van der Bogaerde (mucho más conocida como Birdy) comenzó a interesarse por las tonadas a la tierna edad de los ocho tacos. Precocidad que apuntaló con el triunfo en el concurso Open Mic UK, cuando contaba tan solo doce primaveras.
Sin embargo, ser una cría mona que le da a los trinos y representar una opción de calidad en el cosmos de las ondas son cosas muy diferentes; y la isleña está empeñada en entrar de lleno en la segunda categoría. Sus méritos son tres compactos en los que va de menos a más, dentro de su lucha por exhibir sus virtudes en un estudio de grabación. Beautiful Lies va de eso: de mostrar que ella es una dama con ganas de hacer algo digno y con personalidad propia, lejos de convertirse en una seguidora estilística de Adele y del resto de sus colegas generacionales.
BIRDY VA A POR TODAS
Al ritmo en que se suceden los cortes, lo primero que viene a la cabeza son las posibles similitudes con Florence Welch (la musa underground y atemporal de Florence+ the Machine). Pero en ese escenario de comparaciones, el timbre de la responsable de la song Learn me Right (que interpretó al lado de Mumford and Sons, para la película de animación Brave) suena con una pureza de calibre considerable, como diseñado por porcelanas provenientes de la Ruta de la Seda.
Mucho más cómoda en las raíces inspiradoras de la Kate Bush de Wuthering Heights que en otras latitudes, Birdy juega con la paleta de su garganta y su capacidad para los teclados; todo para diseñar una atmósfera de romanticismo casi trágico, que le sienta realmente bien a Beautiful Lies. Sin perder de vista el lado contemporáneo, la narrativa de la nieta del Barón de Teynham enlaza sus ripios casi adolescentes, con baladas cargadas con la pólvora pasional de los amores contrariados.
Bajo esa máscara de literarios trances, transcurre con emoción desatada un conjunto de tracks de milimétrico acabado, tales como Growing Pains, Shadow, Deep End o Wild Horses. Accesos de escenas turbulentas, que la inglesa mezcla con delirios más discotequeros, del tipo de Keeping Your Head Up; a la par de con sintonías encendidas y colectivas, como Winter (composición que ha servido a la firma Red Valentino para presentar la campaña de anuncios que protagoniza la propia cantante).
Dentro de ese esfuerzo por concitar sentimientos es donde Beautiful Lies consigue elevar el tono de su peso creativo, aunque la joven artista todavía no logra evitar una cierta monotonía en parte del contenido que articula su tercer y más que notable álbum.
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