Ben Kingsley presenta pocas similitudes físicas con Salvador Dalí. Sin embargo, para un profesional de las caracterizaciones esforzadas, como es la estrella de Sexy Beast, no debería resultar especialmente complicado copiar los numerosos tics faciales y el estilismo extravagante del genio de los pinceles español.
Kingsley ha demostrado a lo largo de su extensa carrera que es sumamente capaz de tomar un personaje real, y moldearlo a su antojo y a su manera de comprender los ritmos dramáticos. Gandhi (en el homónimo film dirigido por Richard Attenborough) y el cineasta Georges Méliès, en Hugo, son excelentes ejemplos de la destreza del intérprete británico, en las lides de esculpir la psique de un rol, a partir de datos veraces y comprobables.
Una virtud de naturaleza mimética que no ha pasado desapercibida para la cineasta canadiense Mary Harron (American Psycho), quien ha confiado en BK para que este encarne al marqués de Dalí de Púbol, en el ingenioso biopic titulado Dalí Land.
Pero, a pesar de encabezar el elenco, Kingsley no mediatizará con su presencia disfrazada toda la acción de la futura película, ya que el estadounidense Ezra Miller (Animales fantásticos y dónde encontrarlos) se ocupará de vestir al marido de Gala Élouard Dalí en su etapa más juvenil (época que refleja el guion de Harron y su esposo John C. Walsh, a modo de flashbacks continuos).
En una línea semejante a la llevada a cabo por James Ivory con Pablo Picasso, en Sobrevivir a Picasso; el libreto de Dalí Land pasea con soltura por el universo de glamur y fiestas que potenció la vertiginosa existencia de Salvador Dalí. Un viaje a los horizontes simbolistas del que fuera amigo de Luis Buñuel y Federico García Lorca, en el que la mesura no tenía el menor significado, y donde la genialidad corría pareja a las excentricidades más peculiares de un ser tan desconcertante y absorbente, como era SD.
BEN KINGSLEY TIENE DÓNDE AGARRARSE
La acción de Dalí Land comienza en Nueva York, en 1973; cuando está a punto de organizarse una magna exposición dedicada a Salvador Dalí. Allí recala el artista, con su esposa Gala (Lesley Manville), su secretario personal conocido como el capitán Moore (Tim Roth) y un ingenuo y sorprendido ayudante llamado James (Frank Dillane). Este último es el que ejerce de narrador del argumento; y, a través de su limpia e impresionable mirada, el espectador entra de puntillas en la privacidad del inmenso autor de La persistencia de la memoria.
Este punto de vista escénico le sirve a Harron para desvelar aspectos personales de Dalí y de su entorno más próximo, y construir el armazón humano de alguien que estuvo siempre tras una máscara mediática y vital. Aspecto fundamental para que Kingsley efectúe un análisis somero, de los rasgos y actitudes menos conocidos del personaje. E imagine cómo era el genio simbolista, cuando las cámaras se apagaban y ya no había focos de por medio.
Desde su peculiar manera de hablar, hasta su inconfundible rictus al andar y al mirar; cualquier pequeño detalle está siendo estudiado con mimo y dedicación por Ben Kingsley. Una tarea con la que intentará ir más allá de las caracterizaciones anecdóticas y facilonas, para encontrar al Dalí de carne y hueso.
La pandemia del coronavirus ha hecho que los planes de Mary Harron y su equipo se trastocaran, y que el proyecto únicamente diera los pasos previos de seleccionar algunas localizaciones en Estados Unidos, Canadá y España. Tres escenarios diferentes, que nutrieron el andamiaje existencial del talentoso pintor, escultor, dibujante y escenógrafo nacido en Figueras.