René Magritte, al otro lado del espejo

El Museo Thyssen anima a los visitantes de su sede madrileña a descubrir "La máquina Magritte": una extensa y sorprendente exposición, sobre la obra del conocido maestro del Surrealismo y de los juegos visuales.
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El Museo Thyssen propone un intenso viaje al interior de las obsesiones plásticas de René Magritte/ Foto: Museo Thyssen

René Magritte consiguió con su trabajo restar dramatismo escénico al hecho pictórico, y desvestir de intelectualidades vanas los lienzos que surgieron de su paleta. Para el artista belga, lo importante ocurre en la cazuela hirviente de la mente del espectador, con el que establece diálogos invisibles y silentes, mediatizados por las formas, los objetos y los paisajes.

Si hubiera que encontrar un leitmotiv dinamizador en la paleta del creador nacido en Lessines, este elemento transformador sería probablemente el de la percepción cambiante, como si se tratara de un ejercicio continuo de psicoanálisis activo; en el que las respuestas no están escritas ni predeterminadas, y donde el pincel sugiere veredas, más que guiar con paso seguro a través de inmensos e interminables campos ingrávidos.

Tales sensaciones se introducen en el subconsciente colectivo e individualizado, nada más acceder al colorista laberinto de sueños que lleva por título La máquina Magritte, y que convierte la sede madrileña del Museo Thyssen en un potente centro de atracciones diversas, en el que se intuye la sutil presencia de Alicia y del conejo blanco, como fantasioso final de tan apasionante e inspirado recorrido.

Desde los inicios impresionistas, hasta el caldo libertario del Surrealismo enamoriscado de las tesis dadaístas, la vida y el currículo de René Magritte fue un profundo compás de signos provocativos y contestatarios, en el que el ritmo estaba marcado por sus imaginativas obsesiones de lirismo repetitivo e inmortal.

René Magritte abrió algunas de las ventanas cerradas del pensamiento/ Foto: Museo Thyssen

El acercamiento a los cuadros del genio belga no requiere de largos y sesudos estudios previos, ya que el mismo Magritte procuraba descuartizar cualquier atisbo de adocenamiento adormecedor. Para acceder al universo del pintor de Los amantes (obra ausente en la exposición), lo único imprescindible es mantener intacta la capacidad de sorprenderse con los mensajes fragmentados, y abandonar la mente a la necesidad de hallar caminos irracionales y simbólicos, para admirar las bromas inmutables de un individuo comprometido con romper los códigos establecidos por el arte.

RENÉ MAGRITTE Y EL TRASLADO VISUAL QUE PROPONEN SUS OBRAS

No hay explicaciones sencillas y concretas a las múltiples asociaciones de ideas que baraja René Magritte en cada una de sus piezas vitalistas y poliédricas. Pipas que se transforman en aparatos masturbadores, bombines que ocultan la identidad, ventanas -con cristales rotos- que extienden paisajes difuminados… Cualquier superficie matérica alimenta la imaginación de los que reciben la escena, con lo que el autor convierte a los desconocidos receptores en los auténticos protagonistas de las historias que cuenta.

Quizá por eso, el comisario de la muestra del Thyssen (Guillermo Solana) haya establecido una división temática de la exhibición en torno a los poderes exotéricos de los trabajos de Magritte. Una compartimentación del espacio establecida en función de los objetos, y que consta de las partes tituladas Los poderes del mago; Imagen y palabra; Figura y fondo; Cuadro y ventana; Rostro y máscara; Mimetismo; y Megalomanía. Un efectivo rompecabezas, en el que comparecen creaciones tan laureadas como las series de las pipas, o La astucia simétrica (95 trabajos, en total).

La exposición está montada en torno a la importancia de la magia, para acceder a las obras de René Magritte/ Foto: Museo Thyssen

Dentro de semejante torbellino de trazos hipnóticos, Magritte también aporta tímidas pistas sobre sus propios miedos y complejos, como se puede observar -por ejemplo- en los rostros carentes de rasgos, que protagonizan muchos de los lienzos, y que remiten a la angustia de no encontrar una identidad válida en el contexto de las realidades aparentemente inmutables.

Con atmósferas tintadas de insinuaciones que pueden recordar vagamente a las elaboradas por Salvador Dalí y Jean Cocteau (sin dejar atrás el sentido lúdico del dadaísta Marcel Duchamp), el Surrealismo del creador belga huye de las catalogaciones y de las purezas extremas y castradoras del ingenio; ya que para el pintor de Lessines el juego se impone a las normas, y la intuición gana el pulso a los guiones establecidos de antemano.

Unas lecciones vaporosas, que el Museo Thyssen completa con la instalación ubicada en el salón mirador de la pinacoteca capitalina, y que reúne una selección de fotografías y películas realizadas por René Magritte, y que han sido prestadas por Ludion Publishers.

Nota: La máquina Magritte estará abierta hasta el próximo 30 de enero, para luego trasladarse al Caixaforum de Barcelona.

Más información, entradas y horarios en

https://www.museothyssen.org

 

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