Lucille está de duelo. La guitarra Gibson más famosa del blues tuvo cuerpo de mujer danzarina y curvatura metálica entre los dedos de Riley Ben King (Berclair, Misisipi, 1925- Las Vegas, Nevada, 2015).
B.B. King imaginó pechos en la madera encerada de su dama de melodías noctámbulas, y con ella surcó las sinuosidades de la expresividad impetuosa y eléctrica. Del rock a las diversiones espirituales de los himnos traicioneros, el sureño arrancó sollozos y sonrisas, traducidos por la caja y el mástil de Lucille.
Después de numerosas aventuras de sinfonías aguardentosas y arcillas candentes, el genio de las cuerdas falleció ayer, sin poder prolongar su envidiable carrera artística. Un fatal desenlace que enmudeció a Lucille, cual viuda sincera y dolorida.
La señora del blues entona desde entonces un llanto silencioso, que solo ahoga con las partituras desempolvadas del hombre que compartió escenario y charlas de backstage con Elvis Presley, Roy Orbison, Frank Sinatra, Jerry Lee Lewis y Johnny Cash.
No obstante, por mucho que se escriba sobre él, el mejor homenaje respecto a la labor de B.B. King estriba en escuchar una vez más su magistral música. Ante ella, sobran las palabras…