Pollock desvela su sueño expresionista al lado de Picasso
Pollock amuebla con sus bestias primigenias el interior del Museo Picasso de Málaga. La institución andaluza exhibe –hasta próximo el 11 de septiembre- el monumental mural con el que el artista estadounidense se dio a conocer en el circuito internacional. La obra, que se presenta por primera vez en España después de una exhaustiva restauración, retrata la violenta estampida de un grupo de animales procedentes del salvaje Oeste.

El frío invierno de las guerras amenazantes cargó los pinceles de los artistas de la primera mitad del siglo XX con el nervio autodestructivo de las consciencias amorfas. Dentro de ese contexto de miedos candentes y apocalípticos, la figuración neoclásica de antaño y el realismo ancestral dieron paso a manifestaciones orquestadas por el big bang a golpe de angustia: abismos de pasión donde los colores canibalizaron las líneas de la razón, y en los que los referentes visuales empezaron a portar las máscaras de las apariencias sensitivas.
Ese fue el escenario donde Jackson Pollock (Cody, Wyoming, 1912- Long Island, Nueva York, 1956) desplegó sus pulsaciones frente al lienzo y la tabla, frente a la pared y al papel. Allí, en las infinitudes de los blancos atomizadores, el norteamericano buscó el alimento necesario para vestir un arte germinado a partir de las pesadillas libertarias; muy en consonancia con el que desarrollaban españoles de abstracciones impactantes, tales como las horneadas por Pablo Picasso y Joan Miró.

Precisamente, esa cadena de conexión evidente es la que ha querido primar El Museo Picasso de Málaga, en la exposición Mural. Jackson Pollock. La energía hecha visible.
Presidido por la atrayente estampa del mural que el pintor de Wyoming diseñó en 1943 para la coleccionista Peggy Guggenheim, el recorrido se completa con seis obras en menor formato del esposo de la también artista Lee Krasner, más una selección de más de una treintena de trabajos firmados por Andy Warhol, Antonio Saura, Roberto Matta, Robert Motherwell, Adolph Gottlieb y Juan Uslé, entre otros.
POLLOCK Y SU ADMIRACIÓN POR EL GUERNICA
Cuando aún sonaban los ecos sanguinolentos de la cruenta Guerra Civil Española, Nueva York acogió -con el espanto de los documentos aterradores y elocuentes- los cuerpos retratados por Picasso en El Guernica. Con una liturgia casi heredada de El Greco, el categórico cuadro imaginado por el artista malagueño provocó un shock emocional en el entonces veinteañero Jackson Pollock, quien se quedó sin palabras ante la fuerza expresiva de la obra, cuando el americano la vio por primera vez en la urbe de los rascacielos en 1939.

Los miembros asaltados por el dolor y las calaveras de carnes prietas escenificados por don Pablo obsesionaron sobremanera al artista nacido en Cody, hasta el punto de inspirar un cambio de perspectiva en la manera de encarar su relación con la pintura. Metamorfosis evolutiva que JP culminó con la confección del mural que exhibe estos meses el Museo Picasso de Málaga.
Entre los pigmentos que asaltan los pelajes de las vacas, caballos, antílopes y búfalos que corren hacia los destinos imprevistos; el autor de Circuncisión atisba un sendero de absoluta neurosis plástica. Un paisaje cercano a la falta de gravedad voluntaria, donde es posible localizar el épico mestizaje norteño de los grandes muralistas mexicanos, como Rivera, Siqueiros y Orozco.
Titánico y desafiante con sus seis metros de ancho y sus casi dos metros y medio de alto, Mural es un himno de notas envolventes en favor de las vanguardias individualizadas. Un extenso panel de lino belga que fue el inicio de una carrera de drippings (vertidos) catárquicos, y energías al borde de la extenuación.
Currículo de paletas que el MPM ilustra con las fotografías de Herbert Matter, Barbara Morgan, Aaron Siskind y Gjon Mili.

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