Michael Fassbender y Justin Kurzel dan una nueva dimensión a la obra escrita en el siglo XVI por William Shakespeare. Los paisajes agrestes de Northumberland, Surrey y de la Isla de Skye ayudan al actor y al director para componer su particular oda a la muerte y a la depravación humana.

En 1948, Orson Welles inmortalizó cinematográficamente al tirano escocés conocido como Macbeth, un monarca al que el bardo de Stratford-upon-Avon vistió con los poco agraciados ropajes de la corrupción y el homicidio indiscriminado.
Según la historia oficial, el gobernante reinó con pulso de psicópata entre 1040 y 1057: años aciagos que sellaron uno de los tiempos más oscuros para los habitantes de las High Lands. No obstante, ese lapso de miedo y rencor también inspiró uno de los argumentos más universales del teatro de todos los tiempos.
Misterio, acción, bestialidad, excesos sangrientos, luchas a campo abierto y brujas de por medio… todos estos ingredientes, y muchos más, hicieron de la pieza de Shakespeare una de las más ambicionadas por cualquier actor con deseos de permanecer en la memoria del público. Y Michael Fassbender está llamado a conseguir esos honores de singularidad profesional.

MACBETH PIERDE EL JUICIO
Mucho menos fiel al original impreso que la película del maestro de Ciudadano Kane, esta versión de Macbeth tiene la vista más fija en los espacios angustiosos que en las parrafadas envolventes: en definir a la perfección los decorados de pesadilla que despliega el conjunto secuencial.
Para potenciar este efecto, los guionistas Jacob Koskoff, Michael Lesslie y Todd Louiso sacrifican buena parte de la carga explosiva que transmiten las palabras del autor de Hamlet; y lo ganan en la planificación de un reino salido de los mismos infiernos, donde cualquier espectro es libre para anidar por los rincones más insospechados.

Inmerso en estancias fantasmales, y con la fría atmósfera criminal invadiendo los hirientes rayos de luz, Michael Fassbender encarna al monarca homicida con las directrices similares a las usadas por Jack Nicholson en El Resplandor: ambos encerrados en prisiones sin barrotes, pero vigilados de cerca por las víctimas inocentes que reclaman justicia.
Kurzel aprovecha estas condiciones para elaborar un filme que aterroriza por la crueldad de lo que exhibe, y que otorga a la figura del rey británico una dimensión casi demoniaca. Retrato que descuartiza los comportamientos monstruosos de su protagonista, y que permite a Fassbender y a la efectiva Marion Cotillard lucir su versatilidad dramática con una pureza poco habitual, sin por ello quedar aplastados ante el peso de las frases de William Shakespeare.

Pese a no someter la imagen a los rigores de la dramaturgia isabelina, el cineasta australiano acierta a la hora de hacer omnipresente el sentimiento mortuorio de la obra. Desde el inicio hay una constancia malsana de asistir a un réquiem, y de que los personajes son seres condenados sin posibilidad de salvación. Una realidad que enfatizan de manera diamantina las tres brujas, y que redunda en algunos de los fotogramas más bellos que ofrece la movie.
Dentro de este engranaje de poéticas y ténebres insinuaciones, la banda sonora -diseñada por Jedd Kurzel, hermano del director- convierte sus ecos en un vehículo más sobre el que aposentar el cadáver prematuro de Macbeth. Ese señor de infausto recuerdo que, no obstante, suele despertar el genio de los que sueñan con desplegar el mundo sobre un escenario.

Tráiler oficial de Macbeth, proporcionado por STUDIOCANAL UK
Más información en