Alberto Burri regresa a USA
Alberto Burri es el protagonista de una amplia retrospectiva en el Museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York, después de treinta y cinco años de ausencia en el país de las barras y estrellas. The Trauma of Painting es el título de la vasta exhibición, que recoge cada una de las etapas del artista italiano.

Los sacos neutralizados por la espátula, las maderas tintadas, las grietas oscuras y misteriosas, las placas de metal, los hierros oxidados por la existencia y los plásticos amoldados a los rigores de las obras de arte; esos son los elocuentes invitados que mejor pueden hablar sobre la pasión creativa del informalista nacido hace un siglo en Città di Castello.
Alberto Burri siempre fue un explorador de los materiales, un tipo dotado con la constancia de los alfareros de las imágenes, siempre en lucha perpetua por sacar a la luz el discurso oculto tras la aparente simplicidad de los ingredientes.

Muerto en la turística urbe de Niza (Francia) hace cuatro lustros, el responsable de la gran grieta ideada para Gibellina, en Sicilia, es objeto de una amplia exposición en el museo con estructura de serpiente enroscada: el Solomon R. Guggenheim de la ciudad de Nueva York.
ALBERTO BURRI PONE A TRABAJAR SU ABSTRACCIÓN HIPNOTIZADORA
Hasta el próximo 6 de enero, The Trauma of Painting ofrece al espectador la apabullante versatilidad de un individuo que transitó -con la soltura de los bohemios free lance- por el Arte Povera, el Neodadaísmo, el Process Art, el Land Art y el Expresionismo Abstracto.

Sin una corriente troncal única, las piezas de Burri nutrieron su significancia plástica por medio de la indefinición premeditada y voluntaria, como si fueran testigos liberados de una época de desapego hacia los cánones de las corrientes generacionales.
Amamantado por los pechos del grupo Origen –donde compartió escenario con gente tan reconocida como Giuseppe Capograssi– y por colectivas de culto histórico como el Documenta de Kassel y la Bienal de Venecia, el médico formado en la Universidad de Perugia se distinguió desde sus comienzos por proponer algo diferente al denominador común.
En las manos de AB, el alquitrán fue animado a confraternizar con los óleos, la arcilla y el caolín cubrieron la desnudez de las blancuras mareantes, y el serrín y la cola adquirieron el protagonismo de los galanes renacentistas. Con ellos, el compatriota de Miguel Ángel construyó un currículo propio y personal, con conexiones evidentes con el informalismo español propugnado por grupos como Dau al Set, o por pilares de la innovación matérica como Jean Dubuffet.

Esas emulsiones de inspiración fueron utilizadas por Burri para levantar un templo a los elementos que determinan el espíritu de las obras de arte, los cuales marcaron la vida del creador italiano con el fuego del apego a la naturaleza intrínseca de los componentes activos.
La muestra que alberga el Guggenheim neoyorquino desde el pasado mes de octubre –y que se ha llevado a cabo en colaboración con La Fondazione Palazzo Albizzini Collezione Burri, de Città di Castello– supone una oportunidad para acceder al paisaje terroso de uno de los máximos representantes de las vanguardias de los sesenta y setenta, sobre todo en cuestión de manipulación de la cotidianeidad.
A tal efecto, The Trauma of Painting diseña un intenso recorrido de trascendencia cronológica por el trabajo de AB, a través del cual es posible atisbar la visionaria imaginación de alguien que uniformó con la plástica de altura incluso a los procesos de industriosa concepción.

Más información, entradas y horarios en
http://www.guggenheim.org/new-york/exhibitions/on-view/alberto-burri-the-trauma-of-painting