Jackson Pollock vierte gotas de negro sobre Liverpool
Jackson Pollock es objeto de una retrospectiva en la Tate Britain.
Blind Spots reúne algunos de los trabajos más conocidos del pintor estadounidense.

Las obras de arte tienen su propia voz.
Los susurros con los que los lienzos expresan deseos y caprichos no gozan de traducción a un idioma concreto, sino que los pinceles se convierten en los únicos medios válidos para interpretar su canto de blancura virginal. Para acceder a este lenguaje, tan universal como particular, es necesario poseer una paleta con manchas de rapsoda visual.
Para Jackson Pollock (Cody, Wyoming, USA, 1912- Springs, Nueva York, 1956), tal proyección creativa se concretó en el uso de su anatomía y de las gotas de negro sobre tela helada, que caían con el peso de la perdurabilidad. Así dio alas de discurso inmortal al action painting, a la vez de dotar de cuerpo académico a la técnica del drip (goteo).
Entre 1949 y 1953, los cuadros del expresionista abstracto se beneficiaron del vertido sensible, para configurar una producción cargada con la sinceridad latente de los guerreros solitarios, sin intermediarios traicioneros; solo con el creador y el lienzo como simples ingredientes del hecho pictórico.

Más de medio siglo desde su elaboración, los black pourings (vertidos en negro) del estadounidense desembarcan en la Tate Britain de Liverpool, con el fin de exhibir la rabia salvaje y primigenia de uno de los maestros de la plástica más escurridizos del pasado siglo XX.
JACKSON POLLOCK Y SU COMPROMISO CON LA VERDAD
Hasta el próximo 18 de octubre, la ciudad que alumbró a The Beatles recorre pasadizos de líneas irregulares y figuras surgidas de la sinrazón, siempre diseñadas por la mano etílica del genio de la abstracción goyesca conocido como Paul Jackson Pollock.

Blind Spots es una exhibición necesaria para comprender las convulsiones de la plástica nada más finalizar la Segunda Guerra Mundial. Tras el conflicto planetario, la revolución de los pinceles dio terreno de abono a los artistas que removían sus entrañas contra las propuestas tradicionales. Unas vanguardias alambicadas en el regreso a la simplicidad, a la veracidad teñida de oleosos ocres, amarillos, azules, añiles, naranjas… Galería de colores descubiertos en su formato casi ancestral, a la que JP consagró su evolución.
Pollock adquirió parte de su gusto por la licuación de los pigmentos a través del muralismo mexicano de David Alfaro Siqueiros. Una pasión que tamizó con las propuestas libertarias de Francis Picabia, André Masson y Max Ernst.
El líder de la abstracción norteamericana estaba obsesionado por la pureza constitutiva, hasta el punto de generar su propia pintura con poliéster, denominada alkyd. Y esa necesidad por no alterar el discurso de las obras le llevó a practicar el goteo sin medidas restrictivas, siempre en busca de los lenguajes heroicos silenciados tras los lienzos en blanco.

La muestra que se puede contemplar en Gran Bretaña dibuja la faz precisa de un cerebro implicado sin reservas con la aventura pictórica, una relación que alimentó con la necesidad de transmitir sus sueños de automatismo simbólico, sin códigos precisos para desentrañarlos.
Un camino que se percibe sembrado de insinuaciones existencialistas, a través de las numerosas obras que ocupan las salas de la Tate Britan de Liverpool. Trabajo de abismos insondables que queda adecuamente desvelado en la excelente selección de Blind Spots, y que viajará al Dallas Museum of Art el próximo 15 de noviembre.

Más información, entradas y horarios en
http://www.tate.org.uk/whats-on/tate-liverpool/exhibition/jackson-pollock-blind-spots